jueves, 16 de mayo de 2013


Antonio García Velasco
Ejercicios de lectura crítica

Una técnica para fomentar, por una parte, la escritura creativa y, por otra, la lectura crítica consiste en añadir comentarios más o menos jocosos, más o menos disparatados, a los enunciados de un texto dado. Me explico con un ejemplo. Sea el breve poema de Antonio Machado “Todo amor es fantasía: / él inventa el año, el día, / la hora y su melodía; / inventa el amante y, más, / la amada. No prueba nada, / contra el amor, que la amada / no haya existido jamás”. Le ponemos comentario a cada enunciado:

“Todo amor es fantasía”: ¡Adiós! ¿Entonces no es verdad lo que siento por ella? ¿Es sólo una ilusión, una apariencia, nada?

“Él inventa el año, el día, / la hora y su melodía;” ¿El amor es acaso un dios que pone en nosotros fechas, horas, músicas? ¡Caramba con el poeta!

“Inventa el amante, y más / la amada”. ¿Por qué más la amada que el amante? ¿Qué clase de discriminación me estás haciendo, Antonio? ¿Quieres decir que el amante es menos invento que la amada? ¿Por qué?

“No prueba nada, / contra el amor, que la amada / no haya existido jamás”. ¿Y que el amante, sí? O sea, que el amor existe aunque no exista la amada, ni, acaso, el amante. ¿Y de qué se había acusado al amor para que la no existencia de amada y/o amante no sea prueba inculpatoria?

Los comentarios podrían ser muy variados. Pero, de cualquier forma, habremos destrozado el poema, nos lo habremos tomado a broma. Y nada más destructivo que la risa en ciertos momentos.

Ahora, hagamos lo propio con las declaraciones de ciertos políticos. Por ejemplo, sea la cita de Rajoy: “Yo me presenté con un programa electoral en el que prometía que no iba a subir los impuestos. Y probablemente he incumplido esa promesa. Bueno no, probablemente no. He incumplido mis promesas, pero al menos creo que he cumplido con mi deber”.

“Yo me presenté con un programa electoral en el que prometía que no iba a subir los impuestos”. ¡Qué maravilla, tío! No subir impuestos de ningún tipo… Pero si con el otro gobierno no daban los impuestos para pagar deuda pública, ¿cómo se va a pagar ahora? ¡Ah, ya! Recortando, recortando: políticos, sueldo de los políticos, sueldos de los banqueros… chocolates de loro… Menos a presupuestos de educación, sanidad y pensiones, a todo lo demás, tijeretazo.

“Y probablemente he incumplido esa promesa”. ¿Probablemente? IVA que se va, IRPF que se sale… ¿Y cuántos impuestos más en forma de tasas o tazones?

“Bueno no, probablemente no. He incumplido mis promesas”. Como si nos hubiera oído. Lo reconoce el muchacho, menos mal.

“Pero al menos creo que he cumplido con mi deber”. Una cosa es creer que se ha cumplido y otra, distinta, bien distinta, es haberlo cumplido. Aunque, de cualquier forma, ¿quién te ha impuesto ese deber? Mucho nos gustaría saber quién es el impositor o la impositora, porque el deber cumplido es apreciable o no, según y conforme. ¿O no?

Los comentarios podrían ser muy variados. Pero, de cualquier forma, habremos destrozado la declaración, nos la habremos tomado a broma. Y nada más destructivo que la risa en ciertos momentos.

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