martes, 24 de enero de 2017

41 La ejecutiva rubia

La ejecutiva rubia
Antonio García Velasco

La ejecutiva rubia iba corriendo alocadamente para no perder el autobús. Ni los altos tacones constituyeron un impedimento en sus afanes. La cartera, como volando y los papeles de la urgencia en la mano izquierda. La esperaba una importante reunión de empresa. Anoche rechazó el amor por quedarse trabajando en casa y esta mañana perdió la noción del tiempo. Ella que nunca había llegado tarde, ahora se jugaba la impecabilidad de su prestigio en los segundos que la separaban de la parada más cercana. Era imposible correr más. Por fortuna, el conductor del bus se percató de la carrera, la reconoció y, arriesgando la puntualidad proverbial de su línea, retardó la partida los segundos necesarios para que ella llegara. Se ahogaba, el corazón le latía atormentado. Pero...
-¡Buenos días! -suspiró- ¿Gracias! Te...te... debo una, con... con... ductor.
-¡De nada! - y le guiñó el ojo de la complicidad.
-A la salida nos vemos -dijo ella, algo más aliviada, pasando la tarjeta del bonobús por el círculo rojo del registro de pasajeros.
Él comenzó a silbar una canción al arrancar y ella, sonriendo, buscó un asiento libre.

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