Francisco Umbral y la subida del tabaco
Antonio
García Velasco
El
Lunes, 3 de Enero de 1994 FRANCISCO UMBRAL publicaba un artículo titulado El
tabaco. El tema desarrollado es la inconveniencia de la subida del tabaco
en esos momentos de crisis y situación social cargada de carencias.
Era
presidente de Gobierno Felipe González (1982-1996), el panorama que nos
describe Umbral es lamentable: casi cuatro millones de parados y “España, por
más que digan en Bruselas, sigue siendo un país de tabaco negro y picadura, un
país de pitillera aculatada […] de pana y boina, del PER y el paro […] ya, sin
trabajo, sin política, sin espera, con la tele rota, el arado romano mellado,
el tractor empeñado, la vaca flaca y el árbol caído”. ¿En que hemos cambiado?
Su razonamiento
no puede ser más irónicamente convincente, si al español de a pie sólo le queda
el tabaco, no es conveniente subir su precio. Se pueden subir otros artículos:
el coche, la lencería fina, los relojes suizos, la gasolina, la brillantina, el
cine –copado por Hollywood-, las corbatas, los teatros…
Dice literalmente: “En España, hoy, con casi cuatro millones de parados,
con el campo al raso, con los altos hornos en cenizas, con el gentío triste y
estadístico, no se puede subir el tabaco, señores del Gobierno, porque ellos,
los pobres, los españoles reales, no los de sus macroeconomías y papeles
(españoles de papel), ellos, digo, muerden el humo de su tabaco, lloran tabaco,
mean tabaco, sueñan tabaco fuman y esperan en un silencio áspero de tabaco”.
Si no he recogido mal el dato, la última
subida del tabaco en España fue en Julio de 2014. Umbral hubiese dicho lo mismo
aunque con argumentos diferentes, adaptados al presente, como hizo entonces.
Por ejemplo, la lencería fina puede subir, decía, porque “ahora vuelve a
hacerse el amor con la luz apagada, como manda el Papa Wojtyla, y da igual
llevar las bragas viejas”; se pueden subir “las corbatas, porque la gente ha
encontrado otras maneras de ahorcarse”; se pueden subir las sardinas, “que el
gentío ya ha aprendido a comer caviar gratis en los cócteles”… A veces, el
chiste que podría calificarse de mal gusto e incluso antifeminista: “Se pueden
subir las compresas y que se arreglen con el corcho del champán de Nochevieja”.
En ocasiones, la nota circunstancial y muy de aquel año: “Se puede subir la
brillantina, ahora que ya nadie va a imitar a Mario Conde”. Todo lo caro y
superfluo se puede subir, pero no el tabaco porque “Eso, esto, es el macizo de
la raza, el tronco de España, por más que digan en La Moncloa, y esos españoles
de intemperie han llegado a 1994 gracias a su viejo tabaco malo”.
La
ironía, el sarcasmo del que hace alarde nuestro autor es proverbial: “Ya no hay
revoluciones, ya no hay revolución de Asturias ni Casas Viejas, ya no hay
anarquismo catalán, ya no hay lucha de clases ni proletariado, ya no hay Semana
Trágica. Ya sólo hay los cuatro modernos de mierda y las cuatro putas
travestidas de lo mismo que salen por la televisión. Pero eso no es España más
que en las coplas franquistas de Escobar. La España real es de tabaco negro y
tos trascendental. A ese español que tose y calla, que lo dice todo en una tos,
porque los palabrones de la política le han robado las palabras, a ese español
atónito, godo, mísero, árabe, cachicán de su pobreza, le han subido el tabaco”.
La
genialidad de un escritor se mide, precisamente, en el tratamiento de los temas
aparentemente intrascendentes. Francisco Umbral nos dio –y quedan ofrecidas en
su obra- constantes muestras de genialidad. Nos preguntamos al leerlo: ¿en qué
hemos cambiado desde 1994?
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