La
increíble historia de un pitoflero
Antonio García Velasco
Era
un pitoflero pitoflero, es decir, era un músico poco hábil y entendido, a la
vez que persona charlatana y chismosa. Un día la guardia real lo encontró
chismorreando del sultán y lo llevaron a su presencia. "Te cortaré la
lengua con mi cimitarra", anunció el príncipe. "Majestad, tenga la
misericordia de dejarme hablar en mi defensa. Se lo suplico". Le dio
permiso el monarca. "Mi defensa será una coplilla que acompañaré con mi
laúd". Comenzó a tocar y a cantar: "Nuestro Dios es tan grande / y
misericordioso / que al blasfemo perdona / y recomienda calma. // No ofenden
las palabras / al que seguro actúa. / Pero ofensas generan / al débil y al
cobarde / inseguro de sí, / acomplejado bobo. / ¿Qué daño puede hacerle / una
blasfemia a un dios? / Le vendrán con el cuento / los ángeles malvados. / Pero
Dios es tan grande / y misericordioso / que al blasfemo perdona / y recomienda
calma. / / ¿Qué daño puede hacerle / una blasfemia a un dios? / Nuestro Dios es
tan grande / y misericordioso / que al blasfemo perdona / y recomienda calma".
Aunque lo consideraban un pitoflero, la melodía era tan pegadiza que el sultán
terminó cantando con él y lo nombró músico cortesano. Dejó de ser chismoso y
protestón.
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