Ilusiones
piratas
Antonio García Velasco
El
pirata se había sentado encima del cofre asegurando y jurando por su ojo tuerto
que no sabía donde se encontraba el tesoro. Les pareció poco serio el juramento
y lo obligaron a repetirlo. Juró por su ojo sano y por las barbas de Belcebú.
Entonces lo creyeron y se marcharon. Pensaba que los había burlado, pero,
ahora, se le presentaba otro problema: ¿cómo esconder el cofre sin ser visto?
¿Optaría por pasar la vida sobre la dura tapa del arcón? En tal caso, ¿para qué le serviría
el tesoro? ¿Y si Hacienda lo descubría
como dinero negro? El problema quedó resuelto en el momento en que levantó la
tapadera y sólo encontró el pañuelo bordado de una dama enamorada. Su consuelo
fue soñar con el amor… y con el tesoro perdido.
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