Una osca incorporal
Antonio García Velasco
Era
una italiana descendiente de los antiguos oscos. La llamaba osca incorporal, no
porque no tuviese cuerpo sino porque era su figura tan bella, tan hermosa, tan
propia de diosa greco-romana que no se podía tocar sin pecar de imperdonable
profanación. No obstante, ella, segura del respeto que imponía su belleza y de
las pasiones que despertaba, jugaba a la provocación. Un día, ocasionó tal
incendio que se abrasó por completo. Nos quemamos, ciertamente, en el abrazo y
la salacidad. Desde entonces vivo por ella, con ella, en ella, con una
sensación extraña de pecado, en la intranquilidad de quien teme la condenación
eterna: está embarazada y su belleza se transforma día por día.
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