Flatulencias
Antonio García Velasco
Lo
acababan de despedir, tenía flatulencias y malestar de estómago. Para colmo, le
había hecho un restregón al coche contra una sólida columna. En tal estado de contrariedades,
era fácil perder la calma y caer en la oscuridad destellante del malhumor. Pero
poseía una extraordinaria facilidad para superar pesares, poner buena cara al
mal tiempo y reírse de sí mismo y de los percances permanentes que la vida
presenta. Con agilidad, realizó la maniobra de aparcamiento en la zona del
parque. Se bajó del vehículo y recorrió, a buen paso, el trecho que lo separaba
de la fuente pública. Bebió unos buches de agua fresca y se le aliviaron un
poco los molestos vapores. Cuando se encontró con ella, se percató del nuevo
reto: la mujer lo esperaba montada en la cólera de no haber recibido ni un
céntimo desde que el juez decretara las condiciones del divorcio. “¿Y los
niños?” “Juegan”, respondió ella desde la hinchazón de la rabia. “Hablamos”, dijo
él mientras corría hacia la zona infantil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario