El
piloto
Antonio García Velasco
Los
cuatro cazas del ejército del aire iban en estricta y perfecta formación, ni un
milímetro adelantaba uno al otro. La exhibición transcurría con éxito absoluto.
De pronto, uno comenzó a quedarse atrás. a no responder a las llamadas de
control. Era como si algo hubiese puesto freno al vuelo, como si una poderosa
fuerza le impidiera avanzar obligándolo a caer. Vino a estrellarse en un campo
sembrado de girasoles, pero, por fortuna, el piloto tuvo tiempo de accionar la
palanca de expulsión y salvó la vida. Ni él ni, tras examinar las cajas negras,
los técnicos pudieron explicar la causa del repentino accidente. Máximo de
Guevara cerró tras la caída una etapa de su vida de la que no quería acordarse.
-¿Tanto
fue el miedo, tanto te ha impresionado el caso? Por muy traumático que haya
sido no te puedes recluir en casa. Tienes que reponerte, asimilarlo, superarlo.
Deja de atormentarte.
Dio
todas las explicaciones a los mandos del ejército, detalló hasta la más mínima
brizna de sus recuerdos e incluso de sus sensaciones. Pero ocultó la aparición
en la cabina del extraño ser al que atribuía la tragedia. Si hubiese contado la
verdad de la historia, con toda seguridad, lo tacharían de loco y visionario.
Pero no tenía la menor duda.
Se
preguntaba quién era, de dónde, cómo había accedido al reducido recinto de
pilotaje. Se planteaba la posibilidad de un ser extraplanetario, con cara de
gato, manos humanas, inteligencia superior y dimensiones reducidas, pues no
levantaba una cuarta. ¿O sería su propia imaginación empeñada en justificar un descuido
que podría haber sido catastrófico si el avión llega a estrellarse en medio de
la población, contra algún edificio?
-Papá,
papá, ¿los extraterrestres existen? -le preguntó su hijo, el pequeño Máximo de
cinco años.
-No
se sabe -dijo él-. Hay muchos muchísimos planetas que tienen condiciones para
que vivan como vivimos en la Tierra. Pero no lo sabemos con seguridad.
-Si
vinieran a la Tierra, ¿serían buenos con nosotros?
-Claro
que sí -dijo para no alarmar al niño.
Si
aquel ser había sido la causa de la pérdida del avión, ¿se habría salvado del
estrellamiento? ¿Dónde estaba si no había perecido? ¿Tendría compañeros, semejantes?
-Lo
más penoso es que fuese fruto de mi imaginación para justificar mis fallos -se
decía-. ¿Por qué no me he atrevido a confesar la manipulación que efectuó el
extraño ser? Muchas películas se han creado con protagonistas pequeños e
inteligentes, burladores de los humanos... ¿No estaré yo influido por esos
pitufos, gremlins o similares que se ven en el cine?
-Papá,
papá, ¿los pitufos existen?
-No,
claro que no, sólo son fantasías.
-¿Qué
son fantasías?
-Cosas
que se imaginan y no son de verdad.
-Yo
imagino que vuelo, papá. ¿Eso es fantasía?
-En
un avión podemos volar, pero nosotros no tenemos alas para volar como vuelan
los pajarillos.
-¿Los
gremlins existen, papá? Mi amigo Carlos dice que ha visto una película.
-No,
no existen, son también seres fantásticos, imaginados.
-Dice
que eran malos, aunque algunos no tanto.
-No
te preocupes, Máximo, que son imaginaciones de los que hacen las películas.
-¿Tú
sabes quién es Cutat, papá?
-No,
¿quién?
-Es
un gato, pero no es un gato... Es...
En
ese momento llegó la madre, el niño corrió a abrazarla y olvidó la descripción
de Cutat. El padre quedó sumido en el pozo de la perplejidad y la confusión.
Hablaría con su hijo para que le explicara quien era Cutat.
Los escarceos de la memoria con la realidad y lo imaginario, en casos concretos, nos atormentan con la duda. Algunas incógnitas para clarificarlas dependen, con sutilidad extraordinaria y desconocida, de un simple matiz.
ResponderEliminarNo resulta sensato desdeñar ningún lugar ni persona para encontrar los matices. De uno sólo de ellos depende, demasiadas veces, ilusionarse, desentrañar un desengaño superable o emprender un gran proyecto.
¿Qué es realidad, qué ficción, qué realidad ficticia, qué ficción realista? La realidad depende de como la veamos, "todo es según el color del cristal con que se mira", dijo Campoamor. ¿Vería el piloto el juguete de su hijo y lo confundió con un ser real que provocó el accidente?
ResponderEliminarPuede ser que confundiera, en su mente, ese juguete con algo distinto. No lo deduzco así del relato. Otra cosa es que lo hubiera visto en casa y la memoria le jugara una mala pasada. Pero, hablamos de un piloto de caza. Las misteriosas desapariciones de naves, aunque sigan sin explicación pública, me parecen mas plausibles.
ResponderEliminarA la par que un libro de literatura, precisamente la semana pasada, empecé a leer "El porvenir de una ilusión" de Sigmund Freud. Contiene sugerencias muy interesantes sobres las interrogantes que planteas. Son razonables. Los escritores nos movemos en torno a ellas.