Libro
2113
Antonio García Velasco
En
lo más interesante de la novela, me salta un aviso inoportuno al primer plano
de la pantalla: “Se ha agotado la batería: el ebook se va a apagar”. Debo,
pues, aplazar la lectura hasta que pueda reponer la carga.
Pienso
en la necesidad de encontrar un soporte literario de fácil transporte, que no
dependa de la energía eléctrica, que posea independencia de la tecnología, de
los enchufes, de los cables, que se pueda leer en cualquier momento y lugar,
sin condicionamientos ajenos al lector.
Ciertamente
el lector puede tener sueño, estar cansado, abrumado, desbordado y, en
consecuencia, estar desprovisto de ánimos, de ganas de leer, pero, si quiere
proseguir o iniciar la lectura, el objeto soporte de la obra literaria no se lo
impediría.
Las
circunstancias personales o familiares pueden dificultar, o imposibilitar la
lectura, pero ello resulta inherente al ser humano.
A
veces, el impedimento ajeno al lector es la falta de luz, pero esta falta
constituye un fenómeno tan natural como la sucesión del día y la noche.
Con
el artilugio aludido, leer o no leer sería independiente de cables, litios,
adaptadores de cargas eléctricas. Se hace necesario un soporte como el que
añoro en este momento en que, en el clímax de la historia, salta la chispa del
agotamiento y el e-libro se apaga.
Mi
amiga Elena, tan metida ella en proyectos y campañas de lectura y comprensión
lectora, me dice que ese objeto del que hablo ya estuvo inventado y en uso
durante siglos. Ahora, aunque se considera obsoleto y las generaciones actuales
lo ignoran, aún se conserva en unos lugares llamados bibliotecas. Ella dice que
fue muy apreciado, símbolo del saber y la cultura. Tengo que investigar sobre
este asunto.
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