miércoles, 24 de julio de 2013


Libro 2113
Antonio García Velasco

En lo más interesante de la novela, me salta un aviso inoportuno al primer plano de la pantalla: “Se ha agotado la batería: el ebook se va a apagar”. Debo, pues, aplazar la lectura hasta que pueda reponer la carga.

Pienso en la necesidad de encontrar un soporte literario de fácil transporte, que no dependa de la energía eléctrica, que posea independencia de la tecnología, de los enchufes, de los cables, que se pueda leer en cualquier momento y lugar, sin condicionamientos ajenos al lector.

Ciertamente el lector puede tener sueño, estar cansado, abrumado, desbordado y, en consecuencia, estar desprovisto de ánimos, de ganas de leer, pero, si quiere proseguir o iniciar la lectura, el objeto soporte de la obra literaria no se lo impediría.

Las circunstancias personales o familiares pueden dificultar, o imposibilitar la lectura, pero ello resulta inherente al ser humano.

A veces, el impedimento ajeno al lector es la falta de luz, pero esta falta constituye un fenómeno tan natural como la sucesión del día y la noche.

Con el artilugio aludido, leer o no leer sería independiente de cables, litios, adaptadores de cargas eléctricas. Se hace necesario un soporte como el que añoro en este momento en que, en el clímax de la historia, salta la chispa del agotamiento y el e-libro se apaga.

Mi amiga Elena, tan metida ella en proyectos y campañas de lectura y comprensión lectora, me dice que ese objeto del que hablo ya estuvo inventado y en uso durante siglos. Ahora, aunque se considera obsoleto y las generaciones actuales lo ignoran, aún se conserva en unos lugares llamados bibliotecas. Ella dice que fue muy apreciado, símbolo del saber y la cultura. Tengo que investigar sobre este asunto.

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