La
transformación
Antonio
García Velasco
Cuando se disponía a sumergirse en el mar
para bucear, se percató de un fenómeno electroquímico desconocido para ella. Se
quitó las gafas de buceo y se dedicó a observarlo. Como el caballero que
llevara la lanza en ristre, empuñó la caña de pescar y comenzó a remover las
aguas de la orilla. Por aquella zona, el mar parecía en ebullición, como si sus
sales estuviesen en transformación química. Un pez extraño como afectado de
hibridismo entre lubina y calamar producía destellos eléctricos. Se le quitaron
todos los deseos de bucear y corrió impresionada: "¡Condotiero!”, gritó
como enajenada al socorrista sentando observador en su puesto de vigía.
"Señorita, no la comprendo", respondió. "Es lo mismo",
contestó ella y, en el primer chiringuito, pidió el alivio de un zumo de fruta.
El mar, a las pocas horas, se había convertido en una cloaca donde se
descomponían millares de cuerpos de emigrantes ahogados.
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