El malentendido
Antonio García Velasco
Ignoraba
su nacionalidad y, después de estar un rato moviéndonos al compás de la música,
uno frente al otro, rozándonos rítmicamente en ocasiones, cuando nos retirábamos
de la pista, se lo propuse con dulces palabras e insistente mirada a sus bellos
ojos. Ella contestó con amplia sonrisa: "Nedada cróne, riovopa cróadda cenega, riopasa riasaa rerrobla, ciónpa
ciónpa nerosda voblare ticró". Me lo tomé como un sí. Le cogí la mano
y la conduje al rincón más oscuro. Arrojé mis labios a los suyos con la
seguridad de que la pasión era recíproca y con gusto y ardor los acogería. La
respuesta fue la retirada de su boca y una solemne bofetada que aún retumba en
mis oídos.
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