Equimosis
alada
Antonio García Velasco
Alada, ciertamente, pues la mancha equimótica de la cara se
extendía velozmente por toda su piel. ¿Se debía a rupturas caprichosas de vasos
sanguíneos? ¿Qué peligro corría? Dermatólogos, traumatólogos y especialistas en
circulación sanguínea se pusieron de acuerdo para remediar las manchas y su
etiología. Decidieron efectuar un seguimiento de la vida cotidiana del
paciente: se levantaba, desayunaba, marchaba a sus obligaciones... Nada
anormal. Optaron por una vigilancia nocturna e instalaron cámaras de
infrarrojos en la habitación donde el equimótico dormía. Noche sí y noche
también, se caía de la cama hasta siete veces; no despertaba y, dormido, se
volvía a acostar... Unas veces se golpeaba la cara, otras los brazos o las
piernas, el tronco, los muslos... Para curarlo, lo sujetaron con sutiles correas
para que no volara solo ni de noche ni de día.
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