Borrachera
de aguapié
Antonio García Velasco
Aquel aldeano elaboraba un aguapié
aterrador, que, no obstante, se bebía en las tabernas de su pueblo. La aldea
era una pedanía del municipio y allí cada uno hacía de su capa un sayo.
-Mientras que lo beban y ninguno enferme
-explicaba Frascuelo-, ¿qué impide que haga vino o aguardiente o lo que sea con
agua y orujo?
-Tiene pésima calidad el aguapié que
elaboras aquí, en tu casa -replicó Jacinto y se echó al gaznate otro vaso de
licor.
-Bien que coges tú tus buenas
borracheras.
-Por eso te lo digo, que, al día
siguiente, tengo una resaca de mucho y peor cuidado.
-Todo exceso es malo, que ya lo decían
los clásicos.
-Será por lo que tú has estudiado -se
escanció una nueva copa y se la empinó de un trago.
-Mi padre me lo repitió muchas veces: Frascuelo,
que, como decían los griegos, todo exceso es malo.
-Tu padre sí era un hombre sabio.
-Él me enseñó a hacer el vino aguapié. Y
sigo su receta punto por punto, sin saltarme ni una coma. ¡No será tan
aterrador cuando la gente lo bebe!
-Porque la gente se apega a todo lo fácil
y barato.
-No estoy entendiendo lo que pretendes
con tanto criticar mis vinos. Si no lo quieres probar, no lo pruebes, nadie te
obliga -cogió la botella con intención de retirarla.
-No pretendo perjudicarte. Pero no me
perjudiques tú a mí -le echó mano al cristal y, nuevamente, se llenó la copa.
-Yo también bebo mi aguapié, amigo. Y no
quiero para otro lo que no quiero para mí.
-¡Un santo varón!
-Cada uno tiene sus defectos, Jacinto. Y
sus virtudes. Pero si no quieres beber mi vino, si tan aterrador te parece, con
no probarlo, ya has cumplido.
Jacinto, levantó la copa recién llena de
aguapié y ofreció un brindis conciliador:
-Por Frascuelo y su vino malo que, como
las lentejas, si quieres lo tomas y si no, las dejas.
Al fabricante no le hizo gracia el
brindis, pese a las buenas intenciones del amigo: sin decir ni media palabra,
con rotunda decisión, retiró la botella y los vasos de la mesa,
-Se acabó lo que se daba.
-No te enfades, Frascuelo. Que muy buenos
ratos pasamos charlando.
-No hay enfado, pero tampoco hay más
invitaciones al vinate de mi bodega.
-¡Jo, Frascuelo! -rezongó Jacinto y,
dando tumbos de beodo, se marchó por donde había llegado.
-¡Cría amigos para que vengan a criticarte
en tu cara y en tu casa!
Los aparentes diálogos,¿cuánto guardan dentro de monólogos paralelos¨? ¿Hasta cuándo aguantan la discrepancia? Nos hemos de cercionar de la paciencia sincera.
ResponderEliminarCastizo y muy divertido. No obstante, ese vinate te lleva al límite de la educación y la paciencia. ¿Serán amigos mañana o se liarán a guantazos?
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