Las exclamaciones
de Pedro Martínez
Antonio
García Velasco
Ante la contradicción más mínima, sin tener en cuenta
la situación en que se encontrara ni, por supuesto, las personas que hubiera a
su alrededor, invariablemente, exclamaba:
-¡Mierda!
Lo miraban extrañados, admirados, contrariados, en
reproche. Algunos resoplaban despidiendo vaho, si el ambiente estaba frío. Se
lo reprocharon en numerosas y variadas ocasiones. Su madre misma le advertía
que ese lenguaje le traería más de un disgusto. Pero su
manía resultaba incorregible, incontrolable, pertinaz.
-¡Mierda! ¿Por qué?
Un día escuchó contar que, a los actores y gente de
teatro, cuando estrenan una obra, se les desea "que haya mucha
mierda". Se alegró del hecho, aunque ignoraba la causa de semejante dicho.
Amparo Díaz se lo explicó:
-Antiguamente, la burguesía y nobleza, que eran los
asistentes a los espectáculos teatrales, operísticos y demás, iban en coche de
caballo. Los equinos no controlaban sus esfínteres en la explanada donde los
cocheros aguardaban a sus señores y, si la plaza estaba llena de excrementos,
era señal de éxito, de asistencia masiva y continuada... De ahí proviene el
dicho de desear que haya mucha... "
-¡Mierda! No te cortes. No seas tan pudorosa, Amparito.
-Ciertas palabras, si se pueden evitar, debes evitarlas.
-¿Por qué?
-No son de buen gusto, ni del gusto de todos.
-¡Mierda! ¿Por qué?
-¡Tanta pregunta! Pareces un inquisidor. Y hemos venido
a hablar de tus negocios...
Hablaron de los negocios que lo había llevado al banco y, al
finalizar, Pedro Martínez planteó:
-Se habla de deflación, ¡mierda!, de que nos puede
traer una recesión económica que en nada nos beneficiaría. ¡Mierda! La crisis
sería fenomenal. Peor que la pasada.
-No será para tanto.
-¡Mierda! ¿Por qué estás tan segura?
Amparo, directora de la sucursal de aquel banco con el
que Pedro trabajaba sus asuntos financieros, le hizo alusión a ciertos informes
confidenciales a los que ella había tenido acceso.
-¡Mierda! He escuchado lo de la recesión y no me
llegaba la camisa al cuerpo.
-Pues tranquilo.
-Menos inquieto me voy -dio por concluida su gestión y
se marchó rezongando. "¡Mierda con la Amparito de Dios! Menos mal que se
lo he planteado y me ha demostrado que nada de una deflación que me hubiese
costado enormes pérdidas. ¡Mierda, mierda!"
Se puede decir todo con educación. Pero, si tengo que elegir entre alguien que degusta la liturgia pero titubea en hacer el bien, prefiero a quien se olvida de las formas y, sin embargo, da forma a la honradez. Tenga una muletilla de tacos o no.
ResponderEliminarUn caso este Pedro Martínez. Hoy mismo he tratado con alguien similar, aunque en fase transitoria (llevaba todo el día enfadado). Hubo una temporada en que yo utilizaba sin ton ni son la muletilla "o sea".
ResponderEliminar