El crucero
Antonio García Velasco
Llegó hablando del acojonante crucero que
había realizado en un transatlántico de lujo. La verdad es que tuve que hacer
esfuerzos para convencerme de que el término empleado no significaba "que
acobarda o asusta", de que, simplemente, lo empleaba en el sentido de que
lo había dejado estupefacto. Luego dijo que había sido "de muerte",
que tampoco se podía tomar con el significado literal sino en el figurado de
impresionante.
-Un viaje que te cagas -remató su
informe.
¿Por dónde había que tomarse sus
explicaciones? ¿Un viaje que asusta o acobarda por la amenaza de muerte que
lleva a la descomposición de vientre? ¿Un crucero maravilloso que, de tanto,
dejaba impresionado positivamente hasta la emoción extrema? Es cierto que nos
contó algunas anécdotas y relató algunos de los motivos de disfrute del barco,
las escalas y la convivencia a bordo. Pero cabía pensar que eso ocurrió a otros
pasajeros y no a él ya que parecía echar pestes sobre el viaje: que si acojonante,
que si de muerte, que si era para descomponerse encima, sin esperar a llegar al
lugar oportuno.
-Mides en demasía con un micrómetro -me
reprochó Teresa cuando le conté los detalles de mi reflexión lingüística.
-¿Mido? Reflexiono. Y te diré más
"demasía" podría tomármelo con el significado de "insolencia,
descortesía o desafuero" y lejos de mí semejantes actitudes.
Y respondió mi amiga, que
disimuladamente, había consultado el diccionario en el móvil:
-Tómate demasía como "Terreno
franco, pero no adecuado para libre concesión por su insignificancia o
irregularidad, comprendido entre dos o más minas, a las cuales se debe
adjudicar como complemento, por derecho preferente".
-¡Muy graciosa! ¿Y quién entiende
semejante definición, tan rebuscada como especializada?
-Tú, que estás demasiado quisquilloso con
la semántica.
-No me enfado, comento.
-Dejémoslo estar.
Pusimos fin a la conversación. Me besó la
mejilla a modo de despedida y se fue a preguntar en una agencia de viajes por
el más acojonante de los cruceros programados. Le dieron los folletos de uno
que está de muerte y, de otro, que te cagas. Ignoramos por cual nos decidiremos.
El lenguaje se alimenta de evolución. Pero, prefiero que sea para mejorar el entendimiento entre quienes se comunican. Últimamente, para mi gusto, se divulgan, a ritmo vertiginoso y contraproducente, demasiadas expresiones figuradas que lo empobrecen y conllevan dudoso gusto. Y se olvidan otras precisas por el mero hecho de mantenerse con buena salud comprensiva.
ResponderEliminarGracias, Juan. Ser sugerente es también función de la literatura.
ResponderEliminarSí, me gusta la sugerencia. Es más, las ideas tácitas, bien elaboradas, son mis predilectas: se alejan de conceptos unidireccionales y abren el abanico para cernir o desplegar connotaciones propias. Pero, al albur de modas pasajeras y de poca fiabilidad semántica (por ejemplo, generalizar colega desproveyéndolo del significado que siempre ha tenido) me parece, más que innovador, frívolo o temerario. Aunque depende de la destreza cómo utilice el lenguaje. No me olvido de la sátira, el sarcasmo...
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