El castillo de Turón
Antonio García Velasco
Dijo
"turón". Entendí “hurón”. “No, aclaró, digo Turón”. Y no sabía si se
refería a ese animal mamífero carnicero. de cuerpo flexible y prolongado, que
despide olor fétido y se alimenta de caza; si mencionaba el deporte originario
de Uzbakistán; si estaba hablando del municipio de Granada; si de la parroquia
del concejo de Mieres; si de la ciudad del estado de Kansas o del río de la
provincia de Málaga.
-Me refiero al castillo
de Turón, esa fortaleza en el municipio de Ardales en la provincia de Málaga
-explicó. En un principio, era la fortaleza defensiva de una ciudad ibérica y,
ya en tiempos de dominio visigodo, en una de sus rudas habitaciones tuvo lugar
la declaración de amor más arriesgada que conoce la Historia. Corría el año 713
y la ciudad estaba rodeada por los musulmanes invasores de la Península. Pese a
los peligros inminentes, él dijo:
-Nada me importa
claudicar ante los enemigos si tú accedes a mi petición de amor.
-Creí que nunca me
lo pedirías -respondió ella.
-¡Oh, amada mía! -y
la abrazó y la besó y fue correspondido y quedaron desnudos uno junto a otro en
una apasionada entrega amorosa.
Inútiles resultaron
los pavorosos gritos de la gente asustada por los asaltantes. Sordas quedaron las
voces de los soldados dando instrucciones para acometer o resistir el asalto. Nada
escucharon del fragor de la batalla. Cuando irrumpieron en la semioscura habitación,
el aguerrido Hafsún, con toda su fuerza, arrojó su lanza contra el bulto que se
movía bajo las cobijas del lecho. Los amantes quedaron atravesados de forma
mortal. Lo que fuera deleitante flecha de Cupido se había convertido en
mortífera jabalina. Cuando retiraron la cubierta, descubrieron dos cuerpos
enlazados por el amor y por la muerte, Eros y Tánatos se habían encontrado en
aquellos dos enamorados.
-Escogieron mal el
momento de amarse -comentó conmovido el capitán Hafsún. Siempre creí en la
fugacidad del amor, pero nunca que fuese tanta.
Cubrieron los
cadáveres, cerraron la puerta de la sala y se incorporaron a la conquista de la
fortaleza.
Aquella ciudad de
origen ibero quedó en manos musulmanas el tremendo año de 713. Con el tiempo, el
castillo llegó a formar parte del arco defensivo de Bobastro creado por Omar Ben
Hafsún, un posible descendiente de aquel invasor que nunca pudo olvidar el
terrible coito interrupto del que fue causa.
Siglos después, los
nazaríes granadinos renovaron el castillo para defenderse de los cristianos, quienes,
finalmente, lo conquistaron en 1433. Con la renovación, desaparecieron las
voces lastimeras que sonaban en el cuarto del amor frustrado desde aquel día
del año 713.
Una acertada alegoría de los sentimientos: la prioridad al desbordado y recíproco querer, las contradicciones sociales que intentan encauzarlo y el eterno remordimiento íntimo pero incapaz de cruzar las rayas convencionales.
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