La
gárrula
Antonio
García Velasco
Aunque era una
gárrula de hermoso canto, terminó cociéndose en el puchero. Fue una cocción lenta para evitar la
escisión o rompimiento de miembros: su propósito como cocinero era presentarla
entera, como un pollo asado cubierto de salsa.
-Cuando aprieta la
necesidad, dejamos atrás el arte. Cantaba mucho, ciertamente, y su canto era
bello como el de un ruiseñor, aunque su grandor superase al de un ave de
corral. Suficiente como para saciar, un día, nuestras hambres.
Los niños, al
conocer la procedencia de la carne, comenzaron a llorar muy apenados y se
negaron a probar bocado.
-Ya comerán: el
hambre queda siempre por encima de los sentimientos de pena o de nostalgia.
-Ha sido cruel. No
tenían que haberse enterado -dijo la madre.
-Han visto la jaula
vacía. No podía negarles una respuesta veraz.
-Lo comprendo, pero
ellos, no.
-Tenemos que
encontrar solución a la penuria de no encontrar trabajo y vivir en la
indigencia.
-Hacemos todo lo
posible por encontrarlo. Pero está muy mal la situación.
-Mañana iremos a
preguntar por el subsidio para parados de larga duración.
-He visto un
anuncio: "Se necesita cocinera o cocinero", podemos probar, Emilio.
Que te contraten a ti o a mí, lo mismo da.
Se tomaron la sopa
y dejaron el ave sin probar. Fue lo único que comieron aquel día. Emilio cocinó
con la carne unas croquetas: "Se la comerán así", pensaba. Los niños
miraban la jaula con lágrimas en los ojos. Como consuelo, trataban de imitar el
canto de la gárrula.
-No diremos que
somos pareja -dijo la mujer.
-De acuerdo. Tú
llegas primero y, después, pregunto yo por el puesto.
A María le hicieron
una prueba y el plato cocinado les pareció exquisito, tan convincente como sus
conocimientos culinarios. La prueba que realizó Emilio obtuvo resultados igual
de satisfactorios que los obtenidos por María. "Ya te llamaremos" fue
la respuesta a una y a otro.
Los llamaron a
ambos: a María la contrataron como cocinera y a Emilio como ayudante de cocina.
Pese a la diferencia de categoría, sus sueldos quedaban igualados. Nada dijeron,
pues, temían perder el trabajo, pero la empresa, una vez más, hacía evidente la
diferencia salarial entre varón y mujer.
Los niños devoraron
las croquetas.
Ellos trabajaron
durante varios años en el restaurante y nada dijeron de su relación de pareja.
Después montaron su propio negocio de comidas caseras a domicilio. Lo llamaron
La Gárrula.
El agradecimiento, según nuestro refranero, se interrelaciona con la persona de cuyo nacimiento se congratula la sociedad. Cuando una aparente anécdota da a nuestras vidas un giro a mejor, es bueno acordarse de aquello que sacrificamos para conseguir dicha mejora. Así, se enaltece el cambio y la sensibilidad.
ResponderEliminar¡Qué capacidad de abstraer para sacar conclusiones! ¡Admirable!
ResponderEliminarGracias, Antonio. Seguramente, si eso es así, por acumulación de otras carencias: aguas escasas que confluyen y entre todas, en tal confluencia, forman un río que a algunos, quizás, sirva de referencia en su paisaje conceptual.
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