Chinarros de
ortosa
Antonio
García Velasco
Don
Cayetano, el profe de Ciencias Naturales, nos explicaba que la ortosa se llama
también ortoclasa y es un feldespato formado por potasio, silicio, oxígeno y, a
veces, sodio. Es el feldespato más corriente o común. Una de sus variedades, se
describió por primera vez en las montañas de Adula (Suiza) por lo que también
se conoce con el nombre de adularia... Iba a continuar su explicación
proyectando en la pizarra digital imágenes de la ortosa cuando alguno de los
compañeros le acertó en la frente con un chinarro de aquella materia llamada
también piedra luna. Tanto don Cayetano como el resto de la clase quedamos
prendidos en una triple rama del árbol de la sorpresa: ¿Quién había sido? ¿De
dónde había sacado el mineral? ¿A qué respondía aquella agresión?
El
profesor sangraba y alguien tomó la iniciativa de avisar a conserjería para que
informara a dirección y, acaso, a los servicios médicos. El revuelo organizado
fue superior a mi capacidad de describir los hechos: soy solamente un alumno de
segundo y del montón.
Se
llevaron a don Cayetano para prestarle la merecida atención a su descalabradura
y se quedó con nosotros el temido Jefe de Estudios, un profesor de Filosofía
que, como hay pocas horas para esta asignatura, completaba horario con este
cargo. Pero ¡ay de quien tuviese que vérselas con él por asuntos de disciplina!
-De
aquí no saldrá nadie hasta que aparezca el culpable -dijo amenazante.
-Mi
padre me espera a la salida con el coche. Se preocupará si no salgo -me atreví
a decir.
-Quiero
que vengan vuestros padres a preguntar por vosotros. Quiero que se enteren de
lo que sois. -explicó con aquella voz imponente y atemorizadora.
Pasaron
las horas en tensión. Nadie se atrevía a pronunciar palabra. De cuando en
cuando nos hacía poner de pie y, cuando le parecía, nos obligaba a tomar
asiento. Comenzó a escucharse el alboroto de la salida de los compañeros de
otras clases.
-Poneos
de pie -ordenó otra vez.
Mientras
nos levantábamos, un nuevo chinarro de feldespato cruzó el espacio de aquella
atmósfera enrarecida y tensa y acertó entre una ceja y otra del profesor de
Filosofía y Ética.
Se
organizó la desbandada y, como obedeciendo al instinto de libertad, nos
precipitamos todos hacia la puerta de salida.
El
Jefe de Estudios aullaba de dolor y de vocerío indignado para detener la
avalancha hacia el abandono de la clase.
-Nadie
puede abandonar el aula -gritó con voz sanguinolenta.
Fueron
inútiles sus órdenes de preceptista. Tanto como sus ayes de descalabrado:
habíamos salido despavoridos como los habitantes de un castillo que sufriera el
asalto de despiadados enemigos.
Aunque
llegué azorado hasta donde esperaba mi padre con el coche, no pronuncié ni
media palabra sobre lo ocurrido.
En
mi habitación estaba planteándome la vuelta a la clase del día siguiente,
cuando llegó mi padre. Había recibido un correo electrónico de la dirección del
centro con información de los hechos y convocatoria urgente a una tutoría de
padres para discutir las medidas que se habrían de tomar tanto por el abandono
de la clase sin permiso como por las graves faltas que suponían las agresiones
al profesorado.
-Te
aseguro, papá, que nada he tenido que ver con los descalabros. No me iba a
quedar yo solo en la clase, supongo.
-Os
habéis metido en un buen lío: por desobedientes y por encubridores. ¡Y ay de
quien haya arrojado las piedras!
-Yo
no sé quién les arrojó las piedras. Yo no, desde luego. Ni al profesor de
Ciencias, ni al Jefe de Estudios.
-Yo
no sé, yo no sé... A ver si despabilas de una vez, Jacinto, que nunca sabes
nada, que nunca haces nada.
-Me
estaba enterando bien de lo que es la ortosa, papá.
-¿Qué
es lo que me quieres decir, Jacinto? ¿A qué viene lo de la ortosa?
En
aquel preciso instante, dirigió la vista a mi colección de minerales. Se me
encogió el alma temiendo que se diera cuenta de los huecos que habían dejado
las dos variedades de ortoclasa que poseía.
"Donde menos se espera, salta la liebre". ¡De cuánta razón se cargan los dichos populares! Tememos denunciar; tememos al denunciado; tememos vencer al denunciado en un posible juicio. "Pleitos tengas, y los ganes", dice la maldición sabiendo muy bien lo que supone un enemigo sin resquicio de dejar de serlo.
ResponderEliminarPero, ¿A quién convive bajo nuestro mismo techo cómo lo conocemos?, ¿hasta dónde lo conocemos?,¿cuánta parte de la misma sangre conocemos? ¿Hasta qué punto sus actos reflejan nuestra aura?
De donde menos se espera, salta el chinarro de ortosa. ¡Menudo elemento el alumno!
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