Mujer y varón
Antonio García Velasco
Fue tanta la lucha por encontrar su ideal que su
blanquísima piel se tornó renegrida. Las terribles horas caminando bajo el sol
la iban transformando en otra persona. Había renunciado a sus zapatos de altos
y delgados tacones. Se resignó a salir de casa sin maquillaje. Optó por
rechazar la prolongación de los baños supuestamente relajantes. Decidió
olvidarse de vestidos de moda y vestir según la conveniencia cómoda del momento...
De caballeresca forma, le preguntó Gerardo:
-Pero ¿qué es lo que buscas?
-Volver, regresar a la autenticidad.
-Destruyes tu belleza, tus armas de mujer.
-¿Acaso no vale más la inteligencia, el auténtico
yo y no lo que quieran imponernos con malas artes eficaces y aviesas
intenciones? ¿Acaso necesitamos armas las mujeres para ser personas?
-Las armas de mujer son otra cosa. Muchas las
exhiben por la calle y van pidiendo guerra de modo más o menos consciente.
Otras las utilizan para conseguir sus fines, aprovechando las debilidades
masculinas.
-Estás mostrando una visión muy machista de las
relaciones entre varones y mujeres.
-Tengo que ver el mundo como hombre. Otra cosa
distinta es que considere necesario el respeto a la mujer, incluso para hacer
desaparecer lo que llaman brecha salarial, que, por otra parte, existirá
siempre que mantengamos este sistema, no entre hombres y mujeres, sino entre
unas personas y otras, entre políticos y no políticos, entre personal
cualificado y aquellos otros que no tuvieron la fortuna o el talento para su
formación... Hay genios desperdiciados en cualquier parte.
-También entre las mujeres, cuyas oportunidades
han sido menores por tradición.
-A mi madre le impusieron las tareas domésticas
cuando era niña mientras sus hermanos iban a la escuela y consiguieron
estudiar.
-Me estás dando la razón.
-Siempre procuro dar la razón a quien la tiene.
Lo que no significa que defienda o exprese mis puntos de vista.
-En consecuencia, no me vengas con argumentos
como la destrucción de la belleza, armas de mujer. Quiero encontrar la
autenticidad y, si es necesario que el envase se deteriore, nada importa.
-Se puede ser auténtico conservando un hermoso cuerpo.
-A veces resultan incompatibles envases y
contenidos. En nuestra sociedad se da más valor al continente que a lo guardado
en él. Hablan de marketing para justificar el desequilibrio, aunque éste se
imponga con el paso de los años. En tal sentido, ninguno quiere aparentar su
edad verdadera.
-Menos aún las mujeres.
-Ya sale de nuevo tu vena masculina.
-Vena es palabra femenina.
-Ya te lo estás tomando a broma.
-Estoy perdido, Luisa, lo que yo pretendía es
llevarte al huerto y estoy cada vez más lejos de saber cómo proponerle amor a
una mujer como tú.
-A ninguna persona, no digo ya mujer, le amarga
una proposición honesta, respetuosa y bien intencionada.
-¿Sin que se considere agresión, acoso, machismo?
-Inténtalo.
Dieron por terminada la conversación y se encontraron,
como tantas veces ocurre, en el amor.
Siempre que se utiliza la lógica para lograr un fin egocéntrico se comete un atentado contra la coherencia propia. Por muchos ardides que oculten las presunciones "irrefutables" de las dialécticas interesadas, por mucho que se maquillen de ideologías progresistas, por mucha vehemencia de la que se nutran... Siempre, antes o después, se impone el pálpito de la buena voluntad. Esa es la que cala, convence y se termina por amar.
ResponderEliminar¿Quién impuso el pálpito de buena voluntad? ¿Ella? ¿Él? ¿Tenía el varón un fin egocéntrico? Es divertido que un relato active la reflexa -que diría Gracián-. Gracias, Juan.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl pálpito para entenderse por encima de ideas diferentes, seguramente lo impusieron ambos con la predisposición del respeto mutuo.
ResponderEliminarEl pálpito se encuentra en los dos y en su diferencia.Solo nos salva el amor y el respeto que se ha adquirido a través de la cultura.
ResponderEliminar