El
león rampante
Antonio García Velasco
El
león rampante de su escudo heráldico lo agarró brutalmente y lo sacudió sin
piedad. Un gran esfuerzo le costó salir ileso del atentado. Cuando se atrevió a
contarlo le dijeron: "Es una obcecación absurda, una alucinación
tuya". "Os juro que es verdad". "Pues para que no vuelva a
ocurrir, pinta el escudo con anilina". "No puedo destruir la herencia
de mis antepasados". "Só-lo-la-ca-mu-flas", respondieron
silabeando. "El palacio está declarado monumento de interés
nacional". "Será que el león está cansado de fotos y visitas
turísticas y a ti te culpabiliza", dijeron con sorna. No hubo más. Pero
aquella misma tarde, el león rampante de su escudo heráldico le sacudió con
toda la fuerza de su garra y murió en el acto.
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