Ajustes de cuentas
Antonio García Velasco
Llegó
a su casa sangrando a causa de la puñalada trapera que le habían dado en el
pecho. Por fortuna para él, la hoja no había rozado ningún órgano vital.
"Vamos a urgencias", dijo la mujer. "Tendré que dar muchas
explicaciones", se resistió él. "Pero no puedes seguir perdiendo
sangre". "Eso lo remedio yo con nevadilla", anunció su madre.
Aquella misma mañana había recogido un buen ramo de la planta, en la rambla
"El Pino", por la playa de poniente. Hizo un emplasto y lo aplicó
sobre la herida. El poder astringente de la nevadilla hizo el milagro de la
cicatrización en pocos días. Pero no curó los deseos de venganza del herido
que, en la primera ocasión, roció con aldehídos los ojos del sicario, el cual,
asimilada su ceguera, consiguió un puesto de vendedor de la ONCE. Ahora vende
cupones en la puerta de un supermercado. Un día la mujer de los emplastos de
nevadilla le compró un boleto que resultó premiado con un sueldazo de cinco mil
euros al mes durante veinte años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario