La
patrañera piógena
Antonio García Velasco
Temibles
son las malas lenguas. Lo sabía bien Ernestina Valverde, que, desde que la
patrañera piógena comenzó a parlotear sobre la noticia fabuladora de sus relaciones
adúlteras con cierto religioso, su marido la dejó plantada, sus acreedores
comenzaron a exigirle pagos inmediatos, su familia le dio la espalda, sus
vecinos murmuraban y la rehuían al verla y su director espiritual no dejaba de
visitarla a diario para recriminarle su pecado e instarla al arrepentimiento.
Ernestina no dejaba de sufrir y se bañaba en lágrimas cada vez que se quedaba
sola. Un día, el que era director espiritual colgó los hábitos y dedicó su vida
al consuelo de la mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario