Piernas varicosas
Antonio García Velasco
Cuando
supieron de sus piernas varicosas, con dilataciones venosas abultadas y
purulentas, pensaron, en su ignorancia, que se trataba de una enfermedad
infecciosa y decidieron lapidarla. "¿Acaso se trata de una mujer
pecadora?", preguntó un tal Judas que andaba por allí. "Es una
apestada leprosa. Sólo hay que verle las piernas". "¿Vosotros le
habéis visto las piernas a esta infeliz?" "Nuestras esposas le han
visto las piernas". Entonces Judas se acercó a la mujer y, con autoritaria
voz, le rogó que se levantara la falda. Al ver sus muslos, exclamó:
"¡Quién esté libre de varices, que arroje la primera piedra!" Uno a
uno, mujeres y varones, ya que todos pasaban de cierta edad, abandonaron su
guijarro y el lugar. "Mujer, nadie te hará daño. Vete, toma frutos e infusiones
del árbol Ginkgo biloba y aplícate cataplasmas con sus hojas".
"Gracias", dijo ella y se marchó con la intención de encontrar la
planta que el desconocido salvador le había recomendado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario