Conciencia
de gusanos
Antonio García Velasco
Aquella
noche el magnate del petróleo no podía dormir. No le quitaba el sueño la bajada
o subida de los precios del crudo, oscilantes presuntamente de modo caprichoso:
él tenía sobrada producción para su alto tren de vida y medios para adaptar la
extracción a las exigencias del mercado. Había golpeado brutalmente a su hijo y
su conciencia parecía un rebullir de gusanos de seda con las quetas enredando
los apéndices locomotores. Para aliviar su pesadumbre, llamó a la concubina y
se despojó de las ropas. Ella acudió presurosa, pero, con el debido respeto,
quiso hacer una exploración de las causas de tan inesperada llamada a altas
horas de la noche. "No puedo dormir -dijo él- y quiero tu amor para
conciliar el sueño". Se dispuso ella a complacerlo y, en el momento, en
que las caricias de la mujer conseguían la excitación del varón, irrumpió un
regimiento en el dormitorio, comandado por el hijo vengador.
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