Asesinato
Antonio García Velasco
El
asesinato cometido en el tobar de la zona este de aquel pueblecito de montaña
sigue sin aclarar. Treinta años hizo la semana pasada. Es posible que los
servicios policiales hayan archivado el caso. Pero pervive en la memoria y
conciencia de los vecinos, incluso de los que eran pequeños cuando ocurrió el
luctuoso suceso.
Después
de tres largas décadas, Julián Castro de Baena, una noche de habitual
borrachera, declaró, en medio de su monólogo de beodo, que “por suerte nunca se
conocerá el nombre de quien mató a José María de Baena Núñez”.
-¿Por
suerte? -se mosqueó Bernardino Ortega-. ¿Por suerte para quién, Julián?
-Es
un modo de hablar -replicó el aludido con cierto azoramiento disfrazado de
efectos del vino- ¡Nada más que un modo de hablar!
Guardó
silencio Bernardino, pero, desde aquel momento, "mi racionalidad, se
decía, confirma la sospecha".
Una
mañana, abordó a Castro de Baena en una de las callejas que daba a la plaza,
junto a la tapia cubierta de verde yedra.
-Una
suerte para ti, ¿verdad?
-¿Qué
es una suerte para mí, si puede saberse?
-Tu
comentario en la taberna me lo ha confirmado: tú mataste a tu primo José María.
Ya venía yo sospechando desde hacía años. Y no he podido reunir pruebas
contundentes... El subconsciente te ha traicionado, Julián.
Éste,
azorado de inseguridad y falta de defensa, quiso alejarse:
-Sólo
dices tontadas, Bernardino. El hecho de que seas un jubilado de la Guardia
Civil no te da derecho a meterte en mi vida y acusarme -rezongó en su intento
de huida.
-El
arma asesina fue una faca cortijera que tienes escondida en un baúl del cuarto
de los trastos. Igual que la medalla de la Virgen del Carmen que tu primo
siempre llevaba puesta.
-¡Déjame
en paz! -se desprendió de la mano que sujetaba su muñeca y salió corriendo
hacia el secadero de las uvas.
En
su alocada carrera por el borde la torrentera, Julián dio un traspié y cayó al
torrente golpeándose contra una roca. Se levantó herido y continuó su espantada
hasta llegar al barranco del Jumillar, desde donde se arrojó al vacío.
Bernardino
guardó silencio sobre las causas del suicidio y la muerte de José María de
Baena Núñez perdura en la memoria colectiva del vecindario como uno de los
grandes misterios del pueblo.
Cuando se mata a alguien algo se marchita de manera lenta e inexorable dentro de las entrañas del asesino. No hay nadie tan fuerte como para controlar el inconsciente. El remordimiento transforma, cual mala hierba ajena a su extinción, el campo fértil de la esperanza en un erial. El futuro se evapora continuamente... y se llega a no vislumbrar el cercano abismo de la autodestrucción.
ResponderEliminarUna precisa puntualización. Como si hubiesen sido tus palabras el motivo de la inspiración.
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