El marxista enamorado
Antonio García Velasco
Bastaban
pocos minutos de conversación, para ver aflorar su marxismo rancio y fanático.
Se
enamoró de Claudia y, en las llamas del amor, ella trató de hacerle comprender
que el barro humano no está hecho para ánforas de un ideal comunista.
-Es
necesario el látigo amenazante y la zanahoria estimuladora para que los seres
humanos se muevan por su propio interés, no ya por el interés de los demás. No
estamos hechos para la solidaridad y la cooperación. Lo siento, Blas.
Él
permanecía en la nube del amor, en el edénico jardín de los enamorados, en la
plataforma sagrada de Eros. Se dejaba convencer por lo que ella decía. La
adoraba.
Un
día, ya moderada su ideología radical, descubrió que ella, aunque independizada
de sus padres, era hija de un poderoso industrial.
-Me
has engañado, Claudia. Creí que hablabas por convencimiento y no respondiendo a
los intereses capitalistas de tu familia.
-¿Por
qué crees que rompí con mis padres y me gano la vida con mi trabajo?
-Siempre
tendrás la tabla de salvación del capital de los tuyos.
-Aunque
así fuera, ¿anula eso lo que sostengo acerca de los seres humanos? No somos
nada cooperantes ni solidarios con los otros. Nos mueve sólo el egoísmo y,
salvo excepciones, no buscamos nada distinto a nuestras satisfacciones
personales.
-Hay
personas que se sacrifican por filantropía.
-Cierto.
A veces por un ideal religioso, a veces por impulsos humanitarios, sin más. Son
las excepciones, no la reglas. También hay quien se mueve por la pose del
figureo del buenismo. Es decir, por figurar como filántropo.
-Pesimista
eres, Claudia.
-Por
realista me tengo. Y no te niego que, en determinados momentos, seamos capaces
de entregas generosas a los demás.
-Mientras
los seres humanos asimilamos la vida en comunidad que propugna el comunismo, es
necesario la imposición, la rigidez de la ley, la mano dura del Estado para que
el individuo no se desmadre.
-La
historia nos ha demostrado el fracaso de las sociedades basadas en el marxismo.
-Humanos
somos, Claudia, y erramos con facilidad. Muchos errores cometieron los
políticos durante años y, al final, el deterioro social provocó el fracaso.
Pero ello no...
-Blas,
no dejemos que nos pierda la palabrería. Ven a mis brazos, acude a mis besos.
Regálame con tu amor.
Él
aparcó sus afanes dialécticos y, respondiendo a la invitación, se entregó a los
arduos reclamos de la pasión. Después acudieron a una manifestación ilegal,
aunque legítima, pro reconocimiento pleno de los derechos humanos.
Procedente
de los antidisturbios, Claudia recibió un balazo de goma que le destrozó la
boca y dejó cara y ropas con tintura sanguinolenta. Se la llevaron en
ambulancia.
Cuando
sus padres conocieron la noticia acudieron al hospital y, al comprobar los
daños sufridos, se ofrecieron a llevarla a casa y a pagarle la intervención del
mejor cirujano estético que le devolviera el aspecto habitual. No se negó Blas
a que el dinero de sus suegros remediara el entuerto, aunque puso la
consiguiente denuncia de reclamación a las fuerzas policiales y al ministerio
del interior.
Vendada
estaba Claudia todavía cuando reanudaron, una vez más, sus pugilatos
dialécticos- Blas renegaba de la represión y ella dijo_
-También
los marxistas en el gobierno fueron represores. ¿Se lo preguntamos a Lenin, a
Stalin?
-¿Estás
justificando la carga policial?
-Toda
represión es deplorable, pero las leyes pueden justificar ciertas actuaciones
que nada nos gustan.
-¿Qué
quieres decir, Claudia?
-Que
ciertas cosas se comprenden, aunque no se justifiquen.
-Luego,
¿te aguantas con el balazo?
-No
me queda otro remedio que aguantarme. Sabíamos todos a qué íbamos, cuáles eran
los peligros.
-Claro,
Claudia, como tienes un padre rico que pague los gastos de la cirugía estética
que te han practicado...
-¿Me
querrías igual con mi cara deformada o estarías viendo siempre la causa de tu
odio a este sistema, que tan malo es como el que tú defiendes?
-El
capitalismo es salvaje, explotador, inhumano con los más débiles.
-No
menos que fueron los soviets con los propios rusos y con todos los países de su
área de influencia.
-Me
decepciona tu obstinación, Claudia.
-¿Te
digo lo mismo yo? Oh, Blas... No podemos pasarnos la vida discutiendo sobre el
mundo mejor. La especie humana tiene que encontrar todavía el norte que como
tal especie le corresponde. Lástima que no podamos besarnos ahora con estos
vendajes.
-Oh,
Claudia, lástima -respondió él arrellanándose en los brazos de la mujer.
Querido Antonio:
ResponderEliminarGeniales tus literarias. Cada vez que me envías una, la leo con sumo interés y delectación.
ENHORABUENA, amigo
Un abrazo
Es difícil definir mejor, en una historia muy corta, la condición humana. En esta condición nuestra estriban las iniquidades mayoritarias y las solidaridades minoritarias. A "los siete pecados capitales" se le han agregado algunos más. Y la sutileza en la propagación palpable, culpable y preocupante del egoísmo concentrado en los réditos fáciles y rápidos de un mercantilismo a todo galope. ¿Esperanza de cambio? Sí, la referencia de unos pocos, capaces de sacrificarse y dar ejemplo de honestidad y de amor, en todas sus acepciones, desinteresado. ¿Cuándo esto, que debiera ser la normalidad, dejará de asombrarnos como anacrónica heroicidad? La incógnita sigue, incólume, persistiendo siglo tras siglo. Y todos sabemos cómo despejarla para encontrar la solución. ¿Qué nombre le ponemos a la paradoja?
ResponderEliminarGracias, Carlos. Gracias, Juan. Animan vuestros comentarios a seguir. Gracias.
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