El
cirujano poeta
Antonio García Velasco
Le dijo a Elvira, como si la entrecogiese
después de una larga espera irrefutable:
-Sí, cierto, yo fui seminarista. Estudié
gracias al Seminario, cierto. Mis padres no tenían medios para que estudiara y
marchar al Seminario fue la gran solución. Pasado el tiempo, en uno de aquellos
tediosos paseos por la ciudad, alineados como soldados de Cristo, te vi. Tu madre vociferó tu nombre llamándote. Y, oh,
Elvira, ya no pude olvidarte. Te soñaba, te imaginaba junto a mí. Suspiraba por
tu sonrisa, por tu atención... También por tus besos, por más remordimientos
que me asaltaran como futuro sacerdote. Bueno, esto era un decir, porque nunca
tuve el convencimiento de consagrarme a Dios. Gracias al Seminario, conseguí
una fuerte formación lingüística y el amor a la palabra y el amor a ti me
llevaron a la Poesía. Poéticos se me antojaban aquellas estrofas que escribía
para memorarte. Hoy, comprendo que eran ripiosas y muy alejadas de las
auténticas formas poéticas. Pero aquellos fueron mis orígenes como poeta,
aunque estudiara medicina a base de becas y mucho esfuerzo. Te he soñado mucho
durante toda mi vida. Hoy te encuentro en este lapsus de presentar un libro de
poemas... Puede que no deba un cirujano prestigioso descender a las minucias de
los versos, Elvira. Puede... Al verte, se me vinieron a la mente los recuerdos
del pasado.
-Estoy casada, Germán. Tengo dos hijos.
-Estoy casado, Elvira. Dos hijos tengo
también. Pero ella me dejó en la soledad, en el estudio, en la entrega a la
medicina y a la poesía. Hoy estará riéndose a carcajadas, pues, como la de
Bécquer, pensaba que un poema sólo es bello en un billete de banco escrito.
Pienso que hasta con el bisturí hay que ser poeta de versos bellos, bien
medidos, perfectos. En cada hilo que cierre una herida hay que poner el alma de
los versos, el arte de lo bien hecho. Esto lo hago por profesionalidad y
escribo versos con el sudor de mis capacidades lingüísticas. Ignoro qué me
cuesta más: la escritura de un verso o la salvación de una vida en el quirófano
al que se ha confiado el enfermo. Piensan, no obstante, que un médico como yo
pierde el tiempo cuando se pone a escribir poemas.
Ella arrancó recitando a Jovellanos:
Ríñenme,
bella Enarda,
los
mozos y los viejos,
porque
tal vez jugando
te
escribo dulces versos.
"Debiera
un cirujano",
susurran,
"más severo,
"de
las livianas musas
"huir
el vil comercio".
"¡Qué
mal el tiempo gastas!",
predican
otros. Pero,
por
más que todos gruñan,
tengo
de escribir versos:
quiero
loar de Enarda
el
peregrino ingenio
al
son de mi zampoña,
y
en bien medidos metros;
quiero
de su hermosura
encaramar
al cielo
las
altas perfecciones;
de
su semblante quiero
cantar
el dulce hechizo,
y
con pincel maestro
pintar
su frente hermosa,
sus
traviesos ojuelos,
el
carmín de sus labios,
la
nieve de su cuello;
y
váyanse a la... al rollo
los
catonianos ceños,
las
frentes arrugadas
y
adustos sobrecejos;
que
Enarda será siempre
celebrada
en mis versos.
-Gracias por el cambio que has hecho.
Gracias por decir cirujano y no magistrado como dijo Jovellanos. Que bien
conozco el poema. Aunque también escribo sobre temas ajenos a lo amoroso.
-Te mereces lo mejor -dijo Elvira besándolo
en la mejilla a modo de despedida.
Se vio de nuevo en el Seminario, soñando con
aquella mujer. Vino a interrumpir su ensoñación la llamada en el móvil: en el
Clínico lo requerían para que salvara la vida a un accidentado en un prosaico
choque de automóviles. ¿Podría un médico escribir versos líricos sobre el
prosaísmo de los renglones torcidos de la enfermedad?
Loable, Antonio, el paralelismo que estableces entre realizar una cirugía y componer un poema. Probablemente, se complementen las actuaciones encaminadas a salvar vidas con los itinerarios para conocer el alma. Y reconocernos en la vida y en el alma, recíprocamente, una a través de otra.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
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