Jacobinos y
girondinos
Antonio
García Velasco
-Si
los girondinos, desde cierto punto de vista, quedaron desprestigiados frente a
los jacobinos, no me vengas ahora acusándome de girondino, que ni estamos en la
Francia posrevolucionaria, ni soy un hacendado de Gironda o parte alguna, ni me he declarado
nunca a favor, porque sí, de la monarquía o la nobleza, que nada me han dado.
En la España de las primeras décadas del siglo XXI, todavía, si se quería la
descalificación de alguien, se le llamaba franquista, aunque hiciera ya más de
cuarenta años que había muerto el dictador y se hubiese pasado por una
transición de consenso y respeto democrático a todas las ideologías. Tú te
declaras jacobino y, con tal atributo, piensas que tienes la verdad y el
derecho te asiste. Pues, amigo, lo tuyo es una forma de radicalismo franquista,
valga la paradoja respecto a tus creencias, o, si prefieres, nazista, fascista,
totalitario. No se sostiene lo de estás conmigo o estás contra mí, pues
buscamos actitudes colaboradoras y no discriminantes o competitivas. En el
mismo barco o empeño estamos todos, que nada es más revolucionario que alentar
el respeto mutuo, la otredad y la tendencia al diálogo y los acuerdos. Sin exclusiones ni
actitudes despreciativas.
-¿Has
terminado ya tu monólogo?
-Seamos
precisos: has sido mi respuesta, en diálogo, a tu comentario anterior. Por otra
parte, ¿me he mostrado yo favorable a alguna guerra? Pues los girondinos
pretendían machacar en guerra a todos los europeos que se resistieran a las
leyes revolucionarias. ¡Qué tiempo! ¿A qué viene resucitarlos ahora? Porque
también los jacobinos guillotinaron a los que no pensaban como ellos.
-Las
historias se repiten de una forma u otra.
-Pero
tenemos que avanzar, aunque no convenga olvidar, para aprender del pasado.
-¡Tópicos
de calderilla!
-No
te acoraces, que esa actitud es de intolerante y conocemos lo cerca que andan
los intolerantes del radicalismo y el radicalismo del fascismo. Y no seas
"semi" que lo propio es no sufrir apoplejías de ningún tipo, ni con
parálisis del lateral izquierdo, ni del derecho.
-¡Tópicos
de calderilla! -volvió a exclamar, dando muestras de cansancio en una discusión
que no llevaba a ninguna parte. Sólo a llenar-vaciar el vaso.
-Es
divertida la dialéctica, pero más divertido es el juego del amor y me espera Luisa.
-Luisa
me espera a mí.
-¿Qué
Luisa? No puede ser la misma persona. Yo iré a buscar a mi Luisa y tú, a la
tuya.
-Si
confrontamos tu verdad con mi verdad, estaremos, posiblemente, más cerca de la
Verdad.
-Borrachos
no estamos, ¿verdad?
-¿Mi
verdad o tu verdad?
-Mejor
la Verdad.
Y
dejaron sobre la mesa el importe de cuanto habían tomado y salieron con
intenciones claras de llegar cada uno a su casa. Luisa y Luisa, ni puestas de
acuerdo, tenían las puertas cerradas con aldabilla y los dialécticos durmieron
aquella noche en el descansillo de la escalera de sus respectivas viviendas.
-¿No
es, acaso, la de Luisa una actitud intolerante?
"Mi
Luisa está enfadada y no me abre la puerta" mensaje en el móvil que se
cruzó con este otro: "Enfadada me parece Luisa y me impide entrar en
casa". Escribiendo... "Dormiremos la dialéctica, digo la borrachera, en el suelo". "Menos mal que no estamos en invierno y hace buena
temperatura... El suelo estaría muy frío".
Ya
de madrugada, Luisa y Luisa abrieron la puerta e hicieron entrar a sus parejas,
que ni protestaron al pasar por el cuarto de baño y tumbarse en la cama:
"Estuvimos discutiendo de girondinos y jacobinos" "Como siempre.
¿Es que no podréis poneros de acuerdo una vez y dejaron de majaderías?"
Cualquier tema hay que sustanciarlo con la profundización en él y con el relativismo que nos concede nuestro acervo cultural, vivencial e imaginativo. Y el objetivo ha de ser noble y ennoblecido por nuestra conducta. La sapiencia, sin la sencillez y modestia que le son inherentes, se convierte en una comparsa del caos: subrogada a los bajos instintos y al practicismo cosificado.
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