El docto durmiente
Antonio García Velasco
Cuando comenzó
a contar el cuento de El docto durmiente, todos comenzamos a imaginar
una sátira contra los intelectuales de ahora que callan como dormidos mudos
ante la injusticia, los abusos, los comestibles cargados de sustancias
cancerígenas, la corrupción, la incultura y decadencia reinantes, los peldaños
en los que se suben los políticos para no engrosar las listas del paro,
cobrando, en vez de subsidios ridículos, magníficos sueldos y prebendas...
Pero, no, ¡maldito sea!, haciendo un prodigioso alarde de imaginación, sólo nos
contaba la historia de la bella durmiente, pero al revés: una princesa
bellísima le dio un beso y el docto despertó para seguir sumido en el nuevo
sueño del amor dulce.
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