El balachivi
Antonio García Velasco
UNA
vez había lejos lejos, en los confines del mundo, una aldea perdida. En la
aldea había, entre otras, una casa rodeada de un inmenso jardín en la que vivía
un músico inventor. Había creado el balachivi, con el que, de modo preferente,
daba sus conciertos. Como las gentes de la tierra no habían visto nunca aquel
instrumento musical, acudían en tropel a los lugares donde el músico actuaba.
Por otra parte, su música era tan encantadora como el canto de la dulce
Filomena. Pero el balachivi parecía marchitar las flores ajenas y reavivar las
del jardín de la casa, donde cada vez era más primavera frente a los angostos veranos
circundantes.
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