Un
final para el amor de Halewa
Antonio García Velasco
En
aquel tiempo, Córdoba era la ciudad más importante del mundo. Su rey Hixcén
poseía un harén prodigioso donde podía hacer realidad todos sus sueños de
placer. Los jardines de su palacio poseían baños de marmóreas pilas, con
adornos y plantas de exquisitos cuidados y esplendores. Un buen día, entre sus
mujeres, descubrió a la hermosa Halewa y tal fue su enamoramiento que mandó a
sus mejores arquitectos que construyeran un templo regio para ella, convertida
en ídolo. Un día que el glorioso rey buscaba, ansioso de halagos y cariño, los amantes
brazos de su enamorada, se encontró que las selectas flores que él había enviado
a su amada coronaban las sienes del esclavo que tenía el encargo de guardar a
la hermosa Halewa. En aquel momento, lleno de ira, Hixcén tomó la feroz cimitarra
y destrozó al muchacho. A ella, por su mandato, la llevaron seis esclavos
negros a la más tenebrosa de las mazmorras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario