El crítico y la joven novelista
Antonio García Velasco
Aquel nigromante se transformó en crítico
literario después de realizar los estudios de filología hispánica y un máster
en teoría literaria. La síntesis entre su magia negra o diabólica y los juicios
sobre la bondad, verdad y/o belleza de la poesía, la novela o el cuento,
pronto, le proporcionó la fama de mejor y se lo rifaban las grandes editoriales
para que se ocupara de las obras que publicaban.
Decidió, pues, con el beneplácito de las
empresas editoras, firmar unas reseñas con el nombre de Leopoldo Llorach y
otras, con el de Santiago Saavedra. Sus dictámenes hacían vender libros que, en
definitiva, era el objetivo. Como tenía trabajo de sobra, rechazaba cualquier
libro que le llegaba de los autores jóvenes que todavía creían en que los
críticos y los programas de libros en televisión o radio respondían a la
búsqueda desinteresada de calidad y sólo calidad.
Un día recibió la novela, opera prima, de
Margarita Verdejo, una joven andaluza de gran belleza y pluma singular. Se
sintió atraído por la foto de la contraportada y decidió comprobar si el libro
respondía a los mismos cánones que la joven autora.
Se percató de la originalidad de la trama, la acertada caracterización de los personajes, la
agilidad de la pluma y las habilidades para despertar la intriga en cada uno de
los párrafos de la narración.
Como había tirado el sobre en el que
llegó el libro a sus manos, no sabía si lo había recibido Santiago o Leopoldo y
dudada sobre el nombre con el que debía firmar la crítica.
Optó por buscar a la autora
personalmente, ya que, tarde o temprano propiciaría el encuentro y le
propondría salir a tomar una copa con la intención de seducirla.
Aprovechó un encuentro de narradores
andaluces para viajar a Málaga y tratar de conocer a la joven autora. "¿Me
presentaré como Leopoldo o como Santiago? ¿Acaso con mi verdadero nombre con el
que empecé a escribir crítica?"
En la habitación del hotel malagueño de su
hospedaje, celebró un ceremonial nigromante para decidir lo más conveniente
para sus pretensiones de seducción.
-¿Margarita Verdejo, verdad?
-Oh, usted es Fausto Bermúdez, el gran
crítico literario que unas veces firma como Leopoldo Llorach y otras, como
Santiago Saavedra. ¡Tanto gusto! -dijo la escritora alargándole la mano.
-El gusto es mío, señorita. Tengo escrita
la reseña de tu magnífica novela. Haré que sea el éxito de ventas que merece
una obra como la tuya.
-Oh, será magnífico. Me conformo con vender
los doscientos ejemplares de la edición y recuperar el dinero invertido.
-Modesta aspiración teniendo en cuenta la
calidad de tu narrativa.
-Muchas gracias -sonrió la autora-. No
aspiro, de momento, a más.
-Influiré para que la segunda edición
venga de las imprentas de una gran editorial.
-Las grandes editoriales ya me
comunicaron su rechazo a publicar mi obra.
-¡No consentiré semejante atropello! Ven
conmigo al hotel, te leeré la reseña que tengo en ordenador y serás testigo del
correo electrónico que pienso escribirles a esos editores de pacotilla que nada
entienden de literatura y sólo de vender libros.
Rechazó la joven la invitación alegando
que tenía que verse con su novio antes de la mesa redonda que se iba a celebrar
en el Ateneo.
Fausto puso la mordaza del veto tanto a
Santiago como a Leopoldo: Margarita Verdejo trata todavía de vender los ciento
setenta ejemplares que, tras los regalos pertinentes, aún le quedan de la
primera edición de su libro.
"Detrás de la mata florida, está la culebra escondida"
ResponderEliminarNo hay seudónimos que hagan caer en el anonimato las intenciones taimadas. Cuando alguien reconocido no alcanza un objetivo que ha de ser recíproco, como el de una relación consentida, el orgullo convierte, a las promesas bienhechoras (en verdad, malévolas argucias) en una persecución implacable de todo el peso de su poder en el ámbito en que se lo otorguen. ¿Esperanza de los modestos? Ninguna ascendencia es ilimitada ni segura. A veces pronto y otras un poco más tarde, el giro se produce. En todo caso, y en los términos descritos, prolongar la venganza conlleva, forzosamente, prolongar, así mismo, el fracaso, del cual emana.
¿Cuál hubiese sido la suerte de la novelista si accede a acompañar al poderoso crítico a su habitación? ¿Y la del relato de este autor? Fausto consigue a Margarita con la ayuda de Mefistófeles, ¿por qué no la consigue aquí con las promesas de éxito literario?
ResponderEliminarSimplemente, porque, por fortuna, aún hay mucha (quizás debiera decir alguna) gente que no vende su dignidad.
ResponderEliminarY también porque cuando se es joven nunca se piensa que una oportunidad, por muy buena que sea, va a ser la última.
Quisiera pensar que el primer postulado pesa más que el segundo.
Somos bastantes las personas que, habiendo dejado muy atrás la juventud, no nos cansamos de buscar resquicios por donde se nos escuche.
Estoy de acuerdo totalmente con Juan de Humi....la dignidad es un principio que todavía existe.....y sobretodo el critico demostró tener la poca habilidad de prometer lo que todavía no había realizado y es.... escribir su critica honesta....después entrevistarse con la joven autora....no hay cosa que insulte mas la inteligencia de una mujer y su dignidad.... que el ofrecimiento claramente intencionado.
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