Las enseñanzas liberadoras
Antonio García Velasco
La lectura y
la escritura son un bien tan preciado que siempre se les ha negado a las
mujeres, a los esclavos, a los pobres. En cierta ocasión, el maestro desembocó
en aquel antro de satisfacciones carnales y encontró adorable a Beatriz. Se
acercaba a ella con asiduidad y, aunque le pagaba el servicio, la enseñó a leer,
a escribir, las cuatro reglas... Esperaba que sus enseñanzas trajeran la liberación
a aquella mujer hermosa, esclavizada y complacedora.
El maestro
fue trasladado a un lugar lejano. Pero, al cabo de algunos años, volvió a
visitar el burdel. Beatriz se había liberado, ciertamente. Se había marchado de
aquella esclavitud. El maestro respiró muy satisfecho. Hasta que supo que ella
regentaba su propio negocio prostibulario, donde llevaba las cuentas con
justeza y exactitud: no engañaba a ninguna, las pagaba según sus rendimientos,
no regateaba para quedarse con más de lo que le correspondía y, mientras
esperaba la llegada de clientes, siempre estaba leyendo un libro.
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