El talabartero de
Ubrique
Antonio García Velasco
Me había
explicado que talabarte se llama el cinturón del que cuelgan los tirantes de
los que prende la vaina de la espada o la misma espada.
Dije:
-El
oficio de talabartero no es actual. En mi pueblo había uno y no fabricaba
talabartes, precisamente. Con su muerte, acabó el oficio, al menos donde nací.
Respondió:
-El
oficio de talabartero es el de quienes se dedican a hacer correajes. Yo conozco
a uno que, con un troquel, también acuña originales medallas para adornar sus correas.
Comenté:
-Me
gustaría mucho conocerlo.
Y, no
tuve que rogarle, pues más pronto me invitó a subir a su coche y nos acercamos
al pueblo de las fábricas de marroquinería de larga tradición.
-
¿Ubrique? ¿Y dónde está el de los correajes y el troquelado de medallas?
-Es mi
tío Anselmo.
Tío
Anselmo nos mostró sus quehaceres. Me regaló un cinturón adornado con tres
medallas, que, acaso, representaban imágenes de consagradas modelos o actrices.
Indicó:
-Si
quieres decir que representan a la virgen patrona de tu pueblo, vale.
-Muchas
gracias. Pero usted no tuvo la intención de troquelar con imágenes religiosas.
-Mis
intenciones no cuentan: lo único que importa es lo que piensen y decidan los
clientes.
Aceptó
que lo invitara a comer junto al sobrino. Comimos un plato típico del lugar, el
cocido de tagarninas y, de postre, gañones. Visitamos los monumentos
principales, incluidas las iglesias, la calzada romana y el ruinoso castillo de
Fátima, fortaleza de la época musulmana.
Uno se
admira de la rica historia de cualquier pueblo de nuestra geografía. Y también
de la condición humana, pues, en un descuido de su tío, mi amigo me enseñó la
colección de revistas de desnudos de la que el talabartero sacaba las modelos
para sus acuñaciones.
-
¡Mentecato! -le gritó al sobrino cuando nos sorprendió ojeando las estampas que él ocultaba pudorosamente.
-Es
admirable su colección -dije-. Las tiene modernas y del siglo pasado. Tendría
que habilitar una casa museo para mostrar las revistas y también sus medallas y
sus cinturones.
Conseguí
que suavizara su genio y hasta se animó a explicarnos y enseñarnos abiertamente su
colección.
-No es
mala idea, no. Posiblemente te haga caso, ahora que la censura no existe y
estamos en una época de libertinaje y permisividad.
Regresamos y lo dejamos acariciando
la idea como si fuese celestial.
Gran personaje este Anselmo. Cuentan que la colección de revistas y objetos eróticos de García Berlanga, que bien mereceráin un museo -dicen-, no ha encontrado comprador en una subasta. Estupendo relato.
ResponderEliminarEn muchas ocasiones, una imprudencia inoportuna opera el milagro de convertir una idea ignota en ilusionante. Casi siempre media un conflicto en el que se valora la bandera blanca ondeando con un golpe imaginativo. Curioso cómo el imbricado quehacer de las neuronas, cual abejas, convierten el volátil polen en condesada miel.
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