Multa en Granada
Ante un inminente y próximo viaje a Granada, no tengo menos que recordar que, la última vez que estuve en esta querida y hermosa ciudad, me colocaron una multa debido a seguir un camino equivocado y meterme con el coche por una vía o calle reservada a taxis y autobuses. No digo, por supuesto, que las señales no estuvieran bien colocadas, pero cuando uno viene a darse cuenta ya es imposible retroceder, girar o seguir otra dirección. Pague la multa y, hasta hoy, no me he vuelto a acordar. Y por los motivos ya expuestos.
Mi intención entonces, en la rabieta del rascado de bolsillo, es la que vuelvo a recoger ahora. Escribir sobre la multa recordando el comienzo de la obra de Pedro Calderón de la Barca, “La vida es sueño”. Comienza el drama con Rosaura bajando un monte. El caballo se ha desbocado y ella, disfrazada de hombre, entra en Polonia haciéndose daño. Dice: “…Mal, Polonia, recibes / a un extranjero, pues con sangre escribes / su entrada en tus arenas; / y apenas llega, cuando llega a penas. / Bien mi suerte lo dice; / mas ¿dónde halló piedad un infelice?”
Naturalmente, un forastero en Granada desconoce los vericuetos del tráfico en la ciudad. Pero la foto acusadora de la equivocación no distingue entre nativos y foráneos. Transformé los versos de Calderón en los siguientes:
Mal, Granada, recibes
a un forastero, pues con multa escribes
su entrada en tus arenas:
y apenas llega, cuando llega a penas.
Bien mi multa lo dice;
mas ¿dónde halló disculpa un infelice?
Iba a escribir en vez de “arenas”, asfaltos: “su entrada en tus asfaltos”, con lo que hubiese respondido mejor a la realidad. Pero la rima me hubiese destruido el genial juego de palabras calderoniano “y apenas llega, cuando llega a penas”. Apenas había llegado cuando llegué a las penas de una multa, por ignorante de la circulación en Granada. La próxima vez gastaré más cuidado. O dejaré el coche en el primer aparcamiento público que encuentre. Aunque, a decir verdad, el aparcamiento del hotel, y el hotel mismo, es lo que andaba buscando.