jueves, 18 de febrero de 2021

055 Microcuento LOS ÁPSIDES DE LA ÓRBITA TERRESTRE

 

Los ápsides de la órbita terrestre

Antonio García Velasco

 

Existen conceptos cuyos referentes son difíciles de imaginar. Por ejemplo, ápside, cada uno de los extremos del eje mayor de la órbita de un astro. ¿Sin ayuda de dibujitos, nos podemos imaginar la Tierra situada en un ápside, se podría explicar con palabras? Ella, Jacinta Casas, quería ser astronauta para, en una nave, posicionarse en la órbita de la Tierra y poder contemplarla en uno de sus ápsides. Un lustro le faltaba para iniciar su carrera de astrofísica y soñaba con el momento de viajar al espacio. Su madre, mandándole que le llevara el mortero, le rompió el cristal de su ensoñación actual.

—Voy, mamá.

En aquel momento se cortó el suministro eléctrico, se apagó la luz y, a la muchacha, no se le ocurrió otra cosa que fabricarse una tea prendiendo fuego a la estopa que cubría el extremo de una caña.

—Te alumbro, mamá.

—¿Qué haces, Jacinta? —le gritó la madre al darse cuenta de que se chamuscaba la cortina del salón.

Corrieron a buscar el extintor... Cuando llegaron los bomberos, madre e hija estaban a punto de comenzar su vuelo para buscar uno de los ápsides de la órbita terrestre.

 

domingo, 14 de febrero de 2021

054 Microcuento EL SENTIDO PUNZANTE DE CIERTAS PALABRAS


 EL SENTIDO PUNZANTE DE CIERTAS PALABRAS

Antonio García Velasco

 

—¿En qué te basas para seguir hablando de populacho? Pueblo es enaltecedor, dignificante, digno. Masa implica borreguismo, elemento informe y manipulable, materia cruda que espera la voz de un populista que la lleve al horno moldeante. Pero tú estás hablando de populacho, ni siquiera de plebe que también sería despectivo.

—Distingo entre pueblo y populacho, por supuesto. El populacho carece de educación cívica y, acaso, de instrucción y cultura. Y, aunque desconoce el significado del término corrección, actúa con petulancia y descaro como si su actitud fuese la única correcta. De todo lo que no le atañe de manera inminente y directa realiza una posposición que empuja hasta el pozo de las aguas fecales. El populacho es como una mala bestia mal hablada con la que es imposible el entendimiento.

—Ofendes al pueblo al que pertenezco y me obligas a decirte que tú eres una nórdica sobrepuesta por el mero hecho de que vives en un país cercano al polo, donde el frío paraliza las neuronas, aunque tengáis un envidiable nivel de vida.

—No pensaba que tú formaras parte del populacho y no del pueblo. O dicho con otras palabras, de la gentuza, de la chusma, del vulgo vergonzante que carece de sentido crítico y no admite ni contradicciones ni matizaciones a lo que cree.

A partir de aquel momento se derramaron los vinos del brindis y lo que prometía ser una noche de farra y celebraciones se convirtió en mohines de disgusto y despedida.



 

lunes, 8 de febrero de 2021

053 Microcuento UN JUEGO A DOS BANDAS


 

UN JUEGO A DOS BANDAS

Antonio García Velasco

Y quién nos asegura que la propia vida no es una pura ficción.

(Joaquín Palmerola, en los comentarios al microcuento EL VIAJE A MÉXICO)

                  Elena Rivas decidió contestar a su amigo en un correo electrónico:

"Tenemos que recordar, amigo Joaquín, que ya decía Calderón en el soliloquio de Segismundo, el más famoso de toda la dramaturgia española: ¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño:/ que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son. Unamunianamente tú dices..."

 Interrumpió la escritura para atender la llamada por el teléfono móvil.

—Ven con urgencia, te mando la ubicación.

Con fervor dionisíaco su marido se había entregado a la bebida en la celebración del cumpleaños del jefe de personal de la empresa y, tras los primeros vasos de aquel vodka abrasivo con más de 80 grados, reservado para los postres, se le encogieron los órganos del aparato digestivo desde la boca al recto, pasando por el duodeno, yeyuno e íleon. Al hospital tuvieron que trasladarlo.

—Siento como si estuviese atravesando un mar de algas fucáceas, un océano de sargazos asfixiantes —le dijo cuando ella pudo verlo.

—¿Por qué has bebido de esa manera?

—No lo sé. ¿Acaso siempre hay que tener un motivo?

Pero bien sabía Carlos Ferré la causa de su impulsivo beber: le había propuesto a Ernestina Hierro dejar la fiesta y marchar juntos a la casa de ella, como otras veces. Pero Ernestina lo había rechazado con firmeza: "Vete a tu casa con tu mujer y tus hijos. Nada más quiero saber de ti". "Pero, Ernestina, nosotros nos queremos". "Y también te quiere tu mujer... Me engañaste dándotelas de soltero, con tu palabrería bonita y tu buena planta. ¡Largo!"

—Tienes que ser más moderado a la hora de beber.

—Estaba como enajenado. No me lo explico.

—Tendrás que pedir excusas a tus compañeros por haberles estropeado la fiesta.

—Ya se las pediré.

Elena no le insistió más y lo dejó descansar.

Entre sus compañeros comentaron: "Carlos tiene muy mal perder. Ha jugado a dos bandas con cartas marcadas, pero se le han quemado las barajas".


sábado, 6 de febrero de 2021

052 Microcuento EL VIAJE A MÉXICO

 

El viaje a México

Antonio García Velasco

 
 

Marisa era teísta y estaba afectada por neumococos. Cuando venció la pulmonía gracias a los antibióticos prescritos por la especialista, decidió viajar a México. Por Chiapas le picó una coralillo. No se percató de ello en un principio, pero cuando empezaron los primeros síntomas (dificultades en el habla, visión doble y parálisis muscular), al darse cuenta su amigo Juan Medina, la llevó con premura a la consulta del médico que, de inmediato, le inyectó un antídoto.

—¿Para qué creó un Dios comprometido en el mantenimiento y gobierno del universo las serpientes venenosas? —le preguntó Medina con una ironía que, en principio, se le escapó a la teísta.

Ella se le quedó mirando, en silencio.

—Para que tú me salves la vida llevándome al médico y yo te quede eternamente agradecida —respondió con efectos retardados.

—Luego Dios quiere que nuestra amistad vaya a más —dijo él insinuando un acercamiento amoroso.

—Somos libres de interpretar tanto las palabras como los hechos —rio Marisa.

—¿Te sientes mejor?

—Pienso completamente neutralizados que del veneno han sido los efectos — respondió trastabillando y trastocando deliberadamente la frase.

—Si manifiestas sentido del humor es que te has recuperado. ¿Salimos?

—Prefiero quedarme en mi habitación.

Juan la llevó en su "carro" al hotel y, con cierta preocupación por la salud su amiga, emprendió el camino hacia su casa. Un choque frontal contra un vehículo que invadió su carril tuvo consecuencias letales para los conductores.

 

 

martes, 2 de febrero de 2021

051 Microcuento CONTUSIONES

                                                                 

Contusiones

Antonio García Velasco

 

Iba en el caballo negro y sofocante de sus pensamientos acongojados. No se dio cuenta de la piedra suelta y cayó por la pendiente, rodando hasta pararse sobre un regolito o depósito de detritus rocosos. Se notaba las magulladuras producidas por los roces con las piedras del suelo. El verderón de una planta llamó su dolorosa atención. Elevó la mirada hacia la fronda de un árbol gigantesco que se le antojó un dragón que iba a devorarla. Intentó levantarse y no pudo. Un pajarraco negro cruzó en aquel momento y sus excrementos se estamparon sobre su cara.

—¡Lo que me faltaba! —exclamó tratando de limpiarse y asqueando el gesto y la agitación de las manos.

Llegaron, por fin, sus compañeras de excursión y le prestaron ayuda. Regresaron al lugar donde habían montado las tiendas antes de subir al cerro.

—Yo no estoy para dormir en el suelo metida en un saco —anunció—. Pero no quiero estropearos los planes. ¿Cómo podría regresar a casa?

—Si te tienes que ir, nos vamos todas contigo.

Y no se habló más. Recogieron los bártulos, los cargaron en el coche y emprendieron la vuelta a la ciudad.

—De verdad que lo siento —dijo la contusionada.

—¿Te llevamos al hospital?

—Creo que no hace falta. Cuando descanse esta noche, me encontraré mejor.

—¿Nos quedamos alguna contigo?

—Oh, no, bastante os he fastidiado ya.

Se esperó hasta que el coche de sus amigas hubo desaparecido. Entró en el portal de la casa. Subió a su piso. Se encontró a su novio esperándola.

—Te dije que no quería volver a verte —le reprochó ella— ¿Por qué has venido? ¿Qué es lo que no has entendido cuando te dije que no quería volver a verte?

—Quiero estar contigo.

—¡Vete!

—Escúchame, mujer. Perdóname. Deja que me quede contigo.

—Te lo dije bien claro: no quiero verte más.

Él se acercó con intención de agarrarle la mano. Ella lo rechazó y volvió a insistir en que se marchara.

—Te denuncio por acoso como no te vayas —amenazó ella.

—No te atreverás. Sé que me deseas tanto como yo a ti —se le enfrentó él, riendo, como si no fuese el primer intento de ruptura.

Y ella, en silencio, recogió su bolso y las llaves, se salió a la calle sin escuchar las llamadas del hombre, paró un taxi y se fue a urgencias. El médico certificó los numerosos hematomas que marcaban su cuerpo. Con aquel certificado se fue a la policía.