miércoles, 8 de junio de 2022

099 Microcuento EL DESEMPLEADO

 

El desempleado

Antonio García Velasco

 

El periódico habla de mí. De mi desgracia, quiero decir. De mi desazón. O de mi esperanza. Anuncia el titular que para las cien plazas de empleo municipal se han presentado cinco mil seiscientas solicitudes y una es la mía. Unamuno habla de intrahistoria para referirse a quienes nunca figuran en la historia. Soy el intrahistórico por antonomasia, porque seguro que la bolsa en la que he entrado se rompe con mi peso, digo con mi mala suerte y ni siquiera me cuentan en la historia del empleo municipal. He dicho mi peso, pero mi peso se va perdiendo poco a poco porque con tanta crisis, con tanto virus, con tantos estragos de la pandemia apenas si como, tan sólo cuando alguna vez paso por los comedores sociales o visito a mi madre, viuda, pensionista, apurada siempre y siempre dispuesta a cuidar de su hijo, el único, el desgraciado hijo… vaya, se me ha escapado la palabra, la despreciable palabra: "Estudia que no seas un desgraciado", me decía mi padre. También él murió en la desgracia. Pero yo le había hecho caso y había estudiado. De nada me ha servido. A lo mejor es que tenía que haber estudiado otra cosa. Nunca se sabe. Me gustaría que la bolsa en la que figura mi nombre no se rompiera y me permitan trabajar, o sea, salir del apuro. A veces he tomado la zampoña que me dejó mi abuelo, el pastor. Él mismo me enseñó a tocarla. Hice el intento de situarme en la calle, poner el plantillo y esperar que mi melodía sacudiera unas monedas del bolsillo de los transeúntes. Los únicos dineros que recibí aquel primer día tuvieron el puñal de una humillación: fueron los de mi ex. Recuerdo que estuvimos muy enamorados. Pero el paro nos complicó la vida y la relación. Nos separamos. Ella está trabajando. Menos mal. Para ella, claro. Al día siguiente, tocando mi rústico y pastoril instrumento estaba, cuando me apartaron del lugar, me pegaron y amenazaron pretextando que ese sitio de la acera estaba asignado a otro pedigüeño. ¿Cómo es posible, cómo? En aquel momento, ni la prensa se hizo eco de la paliza. Hoy, sí habla de mí el periódico, yo soy una de las cinco mil seiscientas personas que ha solicitado empleo en el Ayuntamiento. A lo mejor cambia mi suerte y mi peso, ya mermado, no rompe la bolsa.