Enferma
en el poder
Antonio
García Velasco
Una
mujer llamada Enferma quiso ser única en el gobierno de su reino. Daba vueltas
a su mente sobre el modo de anular al actual rey y a todos sus ministros.
Encontró la excusa perfecta cuando el rey quiso que todos admiraran su nuevo
traje. En el desfile público, deslumbró a partidarios y a contrarios hasta que
un niño gritó: "El rey va desnudo". Como una venda cayó de los ojos
de los enemigos del monarca.
-Ha
sido un truco demoniaco -dijo Enferma a sus amigos y seguidores-. Es un rey
maligno, es el demonio capaz de engañar a su pueblo ingenuo y confiado. Debemos
difundir esta idea. Os lo voy a recordar en un poema, porque siempre es más
fácil retener la literalidad del verso que la de la prosa.
Entonces
hizo que sus secuaces aprendiesen de memoria los siguientes versos:
Demonicemos al rival, consigna
que es ventajosa, tan rentable y
fácil
como pintar de rojo una ventana.
Al disidente lo pintamos gris
con azufrados tintes cual
demonio...
Pronto verán las masas los colores
que nuestro dedo le señale alzado.
Una batalla que ganamos, fijo,
pues parecerse a los demonios nadie
quiere, desea, tiene en objetivo.
De propaganda basta una campaña
y repetir mil veces quien es malo
porque nosotros somos buenos,
santos
que ni mentimos ni de palos damos.
La campaña
tuvo su recompensa y fue destronado el rey al que le gustaba el continuo
estreno de trajes nuevos. Enferma fue nombrada reina y siguió demonizando a
todo el que ponía en duda su legitimidad como monarca o comentaba críticamente
sus abusos dictatoriales o sus errores administrativos.