Bonitos cuentos
Antonio García Velasco
Qué bonito es
el cuento que me cuentas. Pero puedo creer en tu ficción, no en la realidad de
lo que cuentas. Recuerdo aquel cuento que terminaba con “Puedo asegurar que es
verdad y no es cuento lo que cuento en este cuento”. Así me suenan tus
palabras. Un cuento por mucho que me jures que no es cuento lo que cuentas en
tu cuento.
Juegas bien
con las palabras, es cierto. Muestras ingenio y haces vibrar al auditorio. Que
labia no te falta. Pero no nos engañes diciendo lo que queremos escuchar, a
sabiendas de su imposibilidad, a sabiendas de que te estás quedando con
nosotros en tu provecho.
Abusan del
poder, es cierto. No hacen las cosas bien, lo podemos asegurar. Pero ello no
garantiza que tu cuento no sea pura ficción, sin fundamento, sin posibilidad de
realización. Y ciertos discursos ya los tenemos suficientemente oídos e
ingenuamente creídos. ¿Qué le dirías a alguien que dijera: “Y vosotros los
ricos, gemid y llorad ante las desgracias que se avecinan. Vuestra riqueza está
podrida y vuestros vestidos son pasto de la polilla. Vuestro oro y vuestra
plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros y corroerá
vuestras carnes como fuego”? ¿Qué tiene razón o que cuenta un cuento? Hace casi
dos mil años que fueron dichas o escritas estas palabras y ni vestidos pasto de
polillas, ni oro ni plata oxidados y si bien la riqueza suele estar podrida, su
estiércol sigue dominando, desde que el mundo es mundo, aunque al principio
fuese de otra manera. Y… ¿va a acabar la situación?
Lamentablemente,
al estucharte, me tengo que acordar de León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es
verdad. / Digo tan solo lo que he visto. / Y he visto: / que la cuna del hombre
la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con
cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos
del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre… / ha
inventado todos los cuentos”. Incluso el que ahora nos cuentas. O, mejor dicho,
el que queremos escuchar cuanto tú hablas contándonos tu cuento. Una cosa es la
realidad y otra el deseo, que bien lo dejó sentado Luis Cernuda.