lunes, 19 de enero de 2015

De los cuentos que cuentas



Bonitos cuentos
Antonio García Velasco

Qué bonito es el cuento que me cuentas. Pero puedo creer en tu ficción, no en la realidad de lo que cuentas. Recuerdo aquel cuento que terminaba con “Puedo asegurar que es verdad y no es cuento lo que cuento en este cuento”. Así me suenan tus palabras. Un cuento por mucho que me jures que no es cuento lo que cuentas en tu cuento.

Juegas bien con las palabras, es cierto. Muestras ingenio y haces vibrar al auditorio. Que labia no te falta. Pero no nos engañes diciendo lo que queremos escuchar, a sabiendas de su imposibilidad, a sabiendas de que te estás quedando con nosotros en tu provecho.

Abusan del poder, es cierto. No hacen las cosas bien, lo podemos asegurar. Pero ello no garantiza que tu cuento no sea pura ficción, sin fundamento, sin posibilidad de realización. Y ciertos discursos ya los tenemos suficientemente oídos e ingenuamente creídos. ¿Qué le dirías a alguien que dijera: “Y vosotros los ricos, gemid y llorad ante las desgracias que se avecinan. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos son pasto de la polilla. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y este óxido será un testimonio contra vosotros y corroerá vuestras carnes como fuego”? ¿Qué tiene razón o que cuenta un cuento? Hace casi dos mil años que fueron dichas o escritas estas palabras y ni vestidos pasto de polillas, ni oro ni plata oxidados y si bien la riqueza suele estar podrida, su estiércol sigue dominando, desde que el mundo es mundo, aunque al principio fuese de otra manera. Y… ¿va a acabar la situación?

Lamentablemente, al estucharte, me tengo que acordar de León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan solo lo que he visto. / Y he visto: / que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre… / ha inventado todos los cuentos”. Incluso el que ahora nos cuentas. O, mejor dicho, el que queremos escuchar cuanto tú hablas contándonos tu cuento. Una cosa es la realidad y otra el deseo, que bien lo dejó sentado Luis Cernuda.