jueves, 28 de junio de 2018

Aula de Poesía en la UMA 13

Aula de poesía en la UMA


El día 27 de Junio, como final de curso, celebraremos en el Rectorado de la Universidad de Málaga, el Aula de Poesía número 13. En esta ocasión, el poeta homenajeado es Federico García Lorca, a los 120 años de su nacimiento, y el poeta homenajeado José Luis Pérez Fuillerat:

Invitados hasta completar el aforo.

lunes, 18 de junio de 2018

73 Los tunicados


Los tunicados

Antonio García Velasco



Cuando Arturo comenzó a hablar de tunicados, Pedro, el zoólogo, pensó inmediatamente en los animales procordados con cuerpo blando, de aspecto gelatinoso y rodeados de una membrana o túnica. Pero las palabras de Arturo desmintieron tales pensamientos. Cuando decía tunicados, hablaba del descubrimiento de una agrupación cuyos miembros solían reunirse en una casona antigua de las afueras de la ciudad.

-En cortijo los "Guisados" -precisó-. Un lugar habilitado para la celebración de bodas, bautizos y comuniones. Hoy no se usa para tales eventos, pero allí se reúnen los tunicados. Lo digo así a falta de una denominación más apropiada. Acuden, según he podido comprobar, a altas horas de la noche, entre la una y las dos, los viernes y sábados.

-¿Se trata de una secta religiosa? ¿Se trata de una organización criminal? -preguntó Francisco.

-Sólo me consta el hecho de que allí se citan. Hay películas sobre este tipo de asociaciones y sus ritos sexuales, macabros o masoquistas, aunque, ya os digo, ignoro sus prácticas y objetivos.

-¿Tendrán algo que ver con el Ku Klux Klan? ¿Un remedo del mismo en esto tiempos de migración y xenofobia? Soy capaz de disfrazarme con túnica y entrar para averiguar quiénes son, qué hacen, cuál es el objetivo de tales reuniones.

-Harto peligroso sería, sobre todo si se trata de una organización secreta, como parece. Pedirán algunas señas de identificación antes de cruzar el umbral de la puerta.

Diego, el cuarto del grupo, guardaba silencio, observando atentamente a sus amigos entre los que se acrecentaba el interés por conocer la verdadera naturaleza de aquellos tunicados, tan distintos a los que, por el automatismo de la descodificación condicionada y la "deformación" profesional, había imaginado Pedro. Los cuatro reunidos decidieron espiar la llegada y entrada en los "Guisados" de los misteriosos individuos. Diego se unió a la determinación del grupo.



Localizaron un lugar estratégico desde el que observar el arribo. Se aprovisionaron de potentes catalejos, una cámara con teleobjetivo capaz de captar imágenes nocturnas y mantas para tumbarse en el suelo y acomodar su espionaje. El reloj marcaba las 00:45 cuando ya estaba apostados en el lugar, con los prismáticos y la cámara sobre el trípode.



Comenzaron a llegar los tunicados, a pie, despacio, como si se ignoraran los unos a los otros. Posiblemente dejaban los coches lejos, donde cambiaban sus ropas habituales por la túnica. Uno a uno marcaba una clave en la botonadura de la puerta y pasaban al interior. La cámara de los espías iba captando los instantes.

-Túnica y capucha para ocultar su personalidad civil -comentó Pedro con voz apenas perceptible-. Me huele este asunto de modo muy extraño.

-Por el movimiento de los dedos al teclear en los botones de la puerta, se diría que cada cual posee su propio pin. Muy difícil será suplantar a alguno y poder entrar en el recinto -susurró Francisco.

-¿Será conveniente poner a la policía en antecedentes? -preguntó Arturo en el mismo tono de confidencialidad.

-¿De qué vamos a denunciar? -argumentó Diego.

-Tienes razón. Motivos no tenemos para denunciar, pero acaso sí los tengamos para advertir y que la policía averigüe las actividades de los tunicados, por si son o no delictivas.



Cuando cesaron las llegadas, acodaron acercarse a los tapiados o muros de la hacienda. Recogieron los enseres del espionaje y caminaron hacia la casona. A medida que se acercaban se oían cánticos con mayor nitidez. Aumentaban sus intrigas. Diego quedó rezagado y realizó una llamada con el móvil. Después aligeró el paso hasta que se acercó, de nuevo, al grupo. Cinco hombres armados, tunicados y rostros ocultos se presentaron ante los curiosos exigiendo, bajo amenazas, la cámara fotográfica, a la que extrajeron la tarjeta de memoria y, posteriormente, pisotearon hasta destrozarla.

-¿No os enseñaron la fábula de que la curiosidad mató al gato o del enredo del cuello de la curiosa jirafa? -comentó uno de los asaltantes-. ¡Largo, largo de aquí! Y que sea la última vez que os acercáis a estos andurriales.

Los cuatro huyeron como perseguidos por un felino. Diego tuvo tiempo, ocasión sigilosa y gesto de haber cumplido las reglas del vasallaje al levantar el dedo pulgar mirando al jefe de la patrulla de seguridad del recinto. Más tarde, cuando sus amigos se retiraron a sus casas respectivas, volvió a los "Guisados", tecleó su número de identificación personal y se incorporó al ceremonial. Lo embargaba la sensación del deber cumplido.




miércoles, 6 de junio de 2018

72 La greda de la calle


La greda de la calle

Antonio García Velasco



En aquellos años, las calles no estaban asfaltadas, salvo la que coincidía con la carretera nacional, que atravesaba todo el pueblo. En la calle La Laguna, a la mitad, más o menos, al inicio de la cuesta, existía un rodal de greda que, cuando llovía, quedaba reblandecida y los niños la aprovechaban para jugar al jincote y hacer figuritas de barro: animales, flores, muñecos, incluso soldados para formar pequeños ejércitos que, cuando se secaban al sol, llevaban a la guerra que, siempre jugando, organizaban.

En los tiempos actuales existe la plastilina, con la que los escolares moldean sus pequeñas esculturas. En el pueblo no se encontraba este producto en los años cincuenta del siglo veinte, pese a que fue inventada en el año 1880 por el dueño de una farmacia de Múnich. La dio a conocer siete años después con intención de comercializar su invento. Al pueblo, sin embargo, llegaría en décadas muy posteriores.

Cuando el rodal de greda se secaba, pasaba la moda de moldear figuras y se guardaban las finas barras de hierro que daban nombre al juego del jincote. Hasta las siguientes lluvias.

Menos los niños en sus juegos, los vecinos evitaban pasar por la zona gredosa, por temor a resbalar. Una mañana de marzo, apoyado en su báculo, caminaba Diego Porras, ya de avanzada edad. Su paso descuidado había olvidado el peligro y, al cruzar sobre el gredal, todavía húmedo, resbaló con tan mala suerte que en la caída se rompió una pierna. Acudieron los vecinos a socorrerlo y lo llevaron al médico, que le entablilló la extremidad y le mandó reposo.

Como nada mejor tenía que hacer, se entretenía en la elaboración de soga de esparto. Por medio de su nieto Adolfo, extendió una invitación para que los niños le proporcionaran la materia prima para el trenzado. Iban al monte próximo a cortarlo. A cambio les contaba historias y les cantaba canciones inventadas por él:



No cruces tú por la greda

que te puedes resbalar

y, al resbalón, una pierna

inútil se quedará.

A lo menos, por un tiempo

más largo que día sin pan.

Te lo digo con ejemplo

de clara inmovilidad,

que en la casa con reposo

me tienes sin más ni más.

No cruces tú por la greda

que te puedes resbalar.



Pasado el tiempo de la prescripción médica, Diego reanudó sus caminatas apoyado en el bastón y evitando el lugar de su caída. Los niños continuaron jugando en el rodal de greda, aunque aprendieron la canción que ha llegado hasta nuestro tiempo, cuando ya la calle está asfaltada y llena de coches aparcados, alternativamente, junto a la acera izquierda o junto a la derecha, según el mes.