Reformas estructurales
Antonio García Velasco
Sólo
una: suprimir políticos y bajarles el suelo a los que queden. Puede que sea
exagerado lo de que, en España, tenemos 300.000 políticos más que en Alemania
con la mitad de la población. Puede que lo cierto sea que no se llegue a 80.000
políticos. Pero, aun así, sobran algunos miles y, sobre todo, sobra mangoneo y
falta eficacia para conseguir el llamado “bien común”.
Ya
Aristóteles planteaba que cuando el ciudadano ha triunfado en sus negocios y,
por tanto, ha resuelto su vida, el siguiente paso era servir al bien público
con el ejercicio de la política. Pero, aquí, en esta España nuestra de cada
día, nos metemos a políticos para resolver nuestra vida. No tenemos donde
caernos muertos y la solución para encontrar un colchón confortable para vivir
es hacernos políticos.
Un
modo de reducir políticos, gastos y sobredimensión estatal, es modificar la
Constitución en los puntos relacionados con este estado de las autonomías
(autonosuyas escriben algunos) que ha creado la mayor aberración en tanto que
obligan a gastar en duplicidades y desencantos lo que nuestro PIB no alcanza.
Para ello, los nacionalismos tendrían que renunciar –o habría que imponerles
(democráticamente, por supuesto) la renuncia- a su retrógrada, reaccionaria y
caduca mentalidad dieciochesca y avenirse a una España única e integrada en la
Europa de los Pueblos, no en la de los mercados y la especulación.
Partidos
políticos, sobre todo PP y PSOE, apostad por la reforma estructural auténtica,
que esto se ha desmadrado de tal modo que, ciertamente, sufre la sanidad –y lo
primero es la salud, dice el pueblo-, sufre la educación –la mejor inversión de
futuro, dice el pueblo-, sufre el bienestar social, sufren los seis millones de
parados, sufrimos todos.
Decía la Pepa, la Constitución de 1812, que “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. Pero nuestra Constitución actual no tiene enunciados tan claros y precisos y bien lejos del bienestar nos tienen los políticos a los ciudadanos que componemos la Nación.