García Lorca, poeta de la araña
Antonio
García Velasco
El término "araña" es notablemente
usado por Federico García Lorca en su obra poética. Los valores y contextos de
tal uso son variados y dignos de consideración. Mi estudio de tal término
abarca toda su obra, pero, en esta ocasión, me limito al Libro de Poemas (1921), primer libro de versos publicado por el
poeta.
La primera
aparición de "araña" pertenece a un fantástico poema de
desenvolvimiento fabulario: "Los encuentros de un caracol
aventurero". Nos describe el paisaje, el escenario habitual del caracol
que un día decide "ver el fin de la senda", emprender la aventura. En
ese paisaje de una "mañana quieta", de "dulzura infantil",
de "vaho tembloroso", las arañas "tienden / sus caminos de seda /
-rayas al cristal limpio / del aire-...". La doble imagen que define la tela de araña recogen una
doble visión, la de la propia araña, para la que sus hilos son caminos y la
visión del observador (poeta, caracol, paseante sensible...), para quien los
tejidos de la araña son sólo rayas (metáfora) en el "cristal limpio del
aire" (nueva expresión metafórica). La imaginación poética de un autor
como Lorca se pone de manifiesto en estos temas aparentemente triviales.
Aunque, con el paseo del caracol nos plantee una cuestión absolutamente
transcendente: el "más allá", la vida eterna. Sin embargo, no
entremos nosotros ahora en tales profundidades.
En el poema "Canción
menor", fechado en Granada en 1918, nos presenta también un paseo: el del
"yo" poeta mientras se siente desilusionado y apenado por la añoranza
del amor imposible. Pues "... El
amor / bello y lindo se ha escondido / bajo una araña. El sol / como otra araña
me oculta / con sus patas de oro". El amor es un sol que se esconde
bajo una araña, el sol es también una araña que oculta al enamorado: la
imposibilidad del amor se hace evidente. En este poema se nota una cierta
inexperiencia en ciertos versos de tonos un tanto cursilones, pero ello es otro
tema.
La "Balada triste",
también de 1918, la "araña gris" es el término metafórico que equivale
al paso del tiempo que produce el desengaño: "¡Mi corazón es una mariposa, / niños buenos del prado!, que presa por
la araña gris del tiempo / tiene el polen fatal del desengaño".
Una
"Elegía" dedicada a una mujer que morirá virgen: "Tu cuerpo irá a la tumba / intacto de
emociones", predice y, antes, nos la describe llena de deseos y
frustraciones. Nos recuerda aquellas hijas de Bernarda Alba. Es una araña la
que teje el velo infecundo de esa mujer: "Llevas en la boca tu melancolía
/ de pureza muerta, y en la dionisiaca / copa de tu vientre la araña que teje /
el velo infecundo que cubre la entraña / nunca florecida con las vivas rosas /
fruto de los besos".
"Elegía del silencio",
poema que desarrolla el tema del silencio y sus posibles alteraciones, nos
dice: "Taladrado de estrellas / y
maduro de música, / ¿dónde llevas, silencio, / tu dolor extrahumano, / dolor de
estar cautivo / en la araña melódica, / ciego ya para siempre / tu manantial
sagrado?" El silencio hoy es un prisionero en "la araña" de
tantos ruidos: gritos, palabras, música, estruendos diversos... El silencio
sólo será posible si de nuevo vuelve la noche eterna, donde, oh silencio,
"antes que Dios y el Tiempo, /
manabas sosegado". Estamos todos envueltos en esa tela de araña melódica
o vocinglera que hace imposible el silencio.
En el poema "Sueño", el
término "araña" aparece cuatro veces formando parte del primer y
segundo estribillo, como imagen de "olvido" (dos veces) y de
"silencio" (otras dos veces). Invoca en el primer caso "Llénalo con tus hilos / araña del olvido",
"Araña del silencio, / téjele tu
misterio". Así, pues, el poeta nos presenta el silencio y el olvido
como arañas capaces de hacer olvidar y envolver en el misterio.
En un "Paisaje" que
tiene tanto de dibujo lúdico infantil como de desolación y pesadilla ("Las estrellas apagadas / llenan de ceniza
el río / verdoso y frío..."), "todo llora por costumbre, / todo
el campo se lamenta / sin darse cuenta" y "despeino mi alma muerta / con arañas de miradas / olvidadas".
En el "Patio húmedo", la
araña en el laurel nos da una estampa de patio abandonado. Nos repite "Las arañas / iban por los laureles".
Por último en "Invocación al
laurel", poema de evidentes tonos modernistas, escrito en 1919, nos habla
de telarañas: "Todo hablaba dulce a
mi corazón / temblando en los hilos de sonora seda / con que el agua envuelve
las cosas paradas / como telaraña de armonía eterna". Incluso, a mayor
abundamiento en el modernismo, en algunas ediciones, "harmonía"
aparece escrito con hache, según el gusto de Rubén Darío y sus seguidores. De
nuevo estamos ante la imagen de una tela envolvente que lo mismo puede ser de
tiempo, que de armonía, que de olvido, que de luminosidad...
¿Conclusiones? La primera es que
hay términos cuya presencia en la obra de un poeta resulta sospechosamente
abundante. La segunda: tales términos adquieren un valor polisémico no exento
de sentidos contradictorios. "Araña" es una de esas palabras en la
poesía de Federico García Lorca. Quizás habría que enlazarla con el simbolismo
de la araña en diferentes culturas. Por ejemplo, para el Islam la araña es
tanto un símbolo favorable como nefasto, ya que si una araña salva la vida del
Profeta tejiendo su tela protectora, también quien no sigue el camino de Dios tiene
su paralelismo en la araña, cuya casa es la más endeble. Para los ashanti, el
hombre fue creado por una gran araña y en la India se ve como un importantísimo
símbolo cosmológico: la tela radiada es el sol que segrega sus rayos. También
algunos ven en la elevación de la araña por el hilo que ella misma emana el
símbolo de la libertad, de la realización espiritual... Los mitos son muchos y
bien merecería establecer la conexión de las imágenes lorquianas con el
simbolismo mitológico del arácnido del orden de los araneidos. Da lo mismo que
tal simbolismo fuese conocido o sólo intuido por el poeta.