domingo, 15 de julio de 2018

75 El exhibicionista presumido


El exhibicionista presumido

Antonio García Velasco



Caminaba por la calle mostrando su verija con cara de orgullo y satisfacción. Alguien le dijo:

-Es una vergüenza que enseñes el pubis tan descaradamente.

-Otros muestran sus tatuajes.

-Es arte sobre la piel.

-Son manchas de tinta. ¿Por qué lo natural ha de valer menos que lo artificial?

-Es indecente salir con las partes pudendas al aire y a la vista.

Y no tuvo tiempo de responder, pues, al instante, apareció la policía acusándolo de escándalo público por exhibición obscena.

-Pues a mí me molestan los tatuajes y todo el mundo los exhibe sin que ningún policía haga detenciones.

-No compare, señor.

Lo obligaron a vestir con decoro y el juez le impuso una multa por exhibicionismo.

-Era mi forma de protestar y ¿no garantiza la Constitución la libertad de expresión? Expresándome iba.

-Toda libertad tiene sus límites.

-¿Menos la de los políticos y sus privilegios de oficio y sueldo? ¿Menos la de los millonarios que siempre manipulan a su antojo?

-Creo que desvarías.

Ni respondió. Tan sólo se limitó a enjoyarse y marchar a una playa nudista, en la que apareció cubierto de pies a cabeza, con una pequeña abertura a la altura de los ojos.

Los desnudos, al verlo, comenzaron a balancearse en los ramajes de la duda. Pero, por iniciativa de Conejo Cuadrado, comenzaron a darle voces conminándole a salir de la playa acotada. Se desprendió de sus ropajes. La turba de nudistas se calmó y lo dejó estar y presumir de verija de bien dotado y mejor moldeado, para admiración de mujeres y merma de la autoestima de los hombres.

Fue noticia en los medios cuando apareció muerto en la playa con un cascote de una pieza de alfarería sobre el pecho en el que se podía leer en trazos arañados: "Exhibicionista presumido".





domingo, 1 de julio de 2018

74 Los chotacabras


Los chotacabras

Antonio García Velasco


Palomino el cabrero estaba desesperado desde que descubrió la bandada de pajarillos que había comenzado a volar por encima y alrededores de su rebaño. La preocupación que le impedía dormir surgía de la creencia de que esas aves eran chotacabras que, según la creencia popular, se alimentan de leche de cabra. Se pensaba que, por las noches, cuando sobrevolaban el rebaño, se disponían a picotear en las ubres de los rumiantes y mermaban su producción láctea. Por ello no dormía, agitando espantapájaros y paseándose entre sus animales para amedrentar a los dañinos gorriones.

-Perdido estás, Palomino, como no espantes a esa "infame turba de nocturnas aves".

No se preguntó Palomino de donde le venía a su vecino Gabriel aquella expresión que le pareció tan de libro. Pero lo entendió perfectamente.

-Mira -continuó Gabriel-, el nombre romano que le daban a esos pájaros era "Caprimulgo", o sea ordeñadores de cabras. Y, en español, chota significaba mamar. ¿No le llamas tú choto a los cabritos todavía mamones? Pues eso, que son pájaros mamones de las cabras. Te pueden arruinar, Palomino.

Nunca sabría Gabriel el aumento de la preocupación que ocasionó a su amigo.



Sin embargo, pasadas las semanas, el cabrero no había observado ninguna disminución en la producción de leche de sus cabras. Se lo achacaba a su sinvivir nocherniego, pues no daba tregua a los pajarillos nocturnos que sobrevolaban el redil. Pero, a veces, estaba tan rendido que se dormía en cualquier sitio, agitando en sueños el espantapájaros que se había fabricado.

-Pondré algunos de estos espantajos bien distribuidos para proteger a mis cabras. Pero necesito dormir en cama blanda y cómoda.

Habían regresado por aquellas fechas su mujer y su hijo Fernando y, a ella, no le parecía adecuado que pasase la noche entre los animales, por más que él le explicara lo que estaba ocurriendo con los chotacabras.

-Ay, papá, ay, papá -exclamó el hijo al enterarse del asunto.

Fernando había comenzado la carrera de veterinario en la capital y no podía admitir un comportamiento paternal justificado en creencias falsas.

-¿Qué estás insinuando, Fernando? Toda la vida se ha tenido al pajarillo ese por un chupaleches de las cabras. ¿Te crees más listo que nadie para venir a negarlo?

-Mira, papá, los mamíferos, como las cabras o las personas, se alimentan de leche, pero los pájaros no son mamíferos, y, por tanto, no necesitan leche. ¿Sabes por qué sobrevuelan el redil? Sencillamente, porque se alimentan de mosquitos, de insectos, y donde hay animales, hay moscas, mosquitos y toda clase de insectos. Si alguna vez los han visto picotear las ubres ha sido por limpiarlas de bichitos parásitos. Se podría decir que te están haciendo un favor.

-Lo dicho, que mi Fernandito es más listo que nadie y nos viene a desmentir lo que sabemos desde hace miles de años. Como me explicó Gabriel, "chota" significa mamar, por ello llamamos chotos a los cabritos que maman. ¿Y cabras, por qué? Porque maman de las cabras.

-¡Ay, papá, papá! Maman sólo los mamíferos y un ave es otra especie de animales que no necesitan leche para alimentarse.

-Más listo que nadie mi hijo Fernando -se fue rezongando Palomino hacia el redil.

Fernando le contó a su madre la conversación que había tenido con su padre.

-Mira, Fernando, lo que dice la tradición no puede negarse en un momento. Por mucho que hayas aprendido en los librotes de la Universidad. No vengas dándotelas de sabihondo, que tu padre bien ha sabido siempre ganarse la vida y guardar y administrar su rebaño.

A Fernando se le ocurrió escribir un artículo sobre los prejuicios a los que inducen ciertos nombres y las leyendas a que pueden dar lugar. “Nacen de la ignorancia ciertamente”, decía. Y no dejaba de mencionar lo que ocurre con los chotacabras, a los que, dejándose conducir por el nombre, atribuyen una alimentación impropia de las aves de cualquier especie. Mandó el escrito a un periódico de la ciudad.



Cuando el farmacéutico leyó el artículo en la prensa y lo dio a conocer, comenzó un choteo tabernario sobre Fernando, lo que provocó un alto malestar y disgusto en casi toda la familia. Palomino reaccionó anunciando que, desde que sobrevolaban aquellos pájaros su rebaño, la producción de las cabras había aumentado, hasta el punto de que no daban abasto para ordeñarlas bien a todas y se disponían a contratar a una persona experimentada en el ordeño.

-Esos pajarillos se comen a los insectos y, como las cabras están más tranquilas, las ubres se le hinchan bien y echan más leche -argumentó por defender a su hijo.

-Tú deliras, Palomino, tanto como tu hijo -le dijo Gabriel.

-Vente conmigo a ordeñar y verás que no miento.

-No sabes qué hacer para librar a tu hijo de la guasa que les están formando.

-Te aseguro que es cierto lo que digo -afirmó sin exceso de convencimiento el padre del estudiante.



Fernando por su parte visitó al farmacéutico para enseñarle un artículo científico sobre la alimentación de las aves y, en particular, sobre el chotacabras.

-¿Y por qué se van a llamar chotacabras si no es porque los han visto, desde siempre, mamar de las tetas de la cabra?

-¿Usted los ha visto? Lo desafío a que se venga conmigo al redil de mi padre para observar la conducta de esas aves.

-Anda, niño, que muy pronto se te han subido los estudios a la cabeza y te crees más listo que nadie.

Pensó Fernando que no merecía la pena seguir discutiendo y, sin añadir palabra, abandonó la farmacia. A las pocas semanas, volvió a la ciudad a reanudar las clases en la Universidad de Córdoba, donde estudiaba Veterinaria. Palomino dejó alzados los espantapájaros, pero, a instancias de su mujer y de la necesidad de descanso, dormía en su cama blanda y cómoda.