Comprobó que el paso del tiempo había producido una notable desecación en su fisonomía y en la totalidad de su piel, como un pantano sobre el que no llueve y va perdiendo nivel y volumen del agua acumulada.
En la farmacia le recomendaron
cremas hidratantes. Pero estaba dominado por una potente niebla de prejuicios
que le impedían acceder a los remedios maquilladores de la estética.
—Bebe
abundante agua.
—Forzaré
a mis riñones y la próstata me presionará más de la cuenta. Tendré que
levantarme a orinar varias veces en la noche y no descansaré adecuadamente.
—Ponte un
pañal de adulto.
—Será
retroceder a tiempos de bebé.
—Hay que
adaptarse a la edad y al momento. Aborda
tus problemas con filosofía, con sensatez, reemprende tu vida, borra de tu
mente tanta idea equivocada y tanto prejuicio.
Pero él
siguió firme en sus principios y una noche murió de absurdo fanatismo.