La caza del reno
Antonio García
Velasco
Se proclamaba, con
énfasis y voz engolada, Maharajá y con tal apodo lo llamaban en el barrio. Su
madre, la dueña de la tabaquería, lo había mimado mucho en la infancia, pero,
ahora, con más de veinte años ya estaba cansada de que el Maharajá viviera como
tal sin querer estudiar ni trabajar.
Un día, llegó a
casa con un enorme perol diciendo que en él guisaría un ingente reno.
—¿Y dónde está el
reno, Yulene?
—Salgo de
expedición para cazarlo. Mi séquito vendrá conmigo. Y, después, haremos un
festín digno de un príncipe hindú, digno de mí, sin duda.
La madre, sin
decir una sola palabra, en cuanto el hijo dejó el perol en la cocina y hubo
salido, llamó Sigurd Olsen, médico psiquiatra y, acaso, padre de su hijo.
—Sigurd, no puedo
más. Yulene quiere irse a cazar renos. Y, lo peor, ya ha comprado el perol para
guisarlo.
—Hablaré con él.
Sigurd Olsen y
Yulene se encontraron en un parque y, tras una larga conversación, preguntó el
presunto padre:
—¿Me permites ir
contigo a cazar renos?