La caza del reno
Antonio García
Velasco
Se proclamaba, con
énfasis y voz engolada, Maharajá y con tal apodo lo llamaban en el barrio. Su
madre, la dueña de la tabaquería, lo había mimado mucho en la infancia, pero,
ahora, con más de veinte años ya estaba cansada de que el Maharajá viviera como
tal sin querer estudiar ni trabajar.
Un día, llegó a
casa con un enorme perol diciendo que en él guisaría un ingente reno.
—¿Y dónde está el
reno, Yulene?
—Salgo de
expedición para cazarlo. Mi séquito vendrá conmigo. Y, después, haremos un
festín digno de un príncipe hindú, digno de mí, sin duda.
La madre, sin
decir una sola palabra, en cuanto el hijo dejó el perol en la cocina y hubo
salido, llamó Sigurd Olsen, médico psiquiatra y, acaso, padre de su hijo.
—Sigurd, no puedo
más. Yulene quiere irse a cazar renos. Y, lo peor, ya ha comprado el perol para
guisarlo.
—Hablaré con él.
Sigurd Olsen y
Yulene se encontraron en un parque y, tras una larga conversación, preguntó el
presunto padre:
—¿Me permites ir
contigo a cazar renos?
La demanda del psiquiatra demuestra su paternidad, tal astilla ha de venir de tal palo.
ResponderEliminarUn episodio contextualizado en la Laponia noruega que cae como sazonado fruto al cesto de la nueva narrativa del absurdo. Excelente textura. No podía ser menos. Completo me intervención con un añadido personal, ese que evoca unos momentos de mis años mozos, cuando conocí a un Sigurd, aunque el de mi experiencia hacía escribir su nombre con -t final y no pertenecía al clan de los Olsen. Tenía Sigurt una hermana que encarnaba a una de las náyades que pululan en los fiordos nórdicos. Me encandiló nada más verla, el primer segundo del primer minuto de aquel día en que la casualidad nos ubicó en el mismo tonel, junto a sendos gin-cola (pongo la apócope "gin" primero por su superior proporción en el compuesto), en la parrilla del Gran Melià Don Pepe. Sigurt y mi exótica ninfa se esfumaron entre los vapores del alcohol aquella misma madrugada (no recuerdo habernos despedido) y nunca supe más de ellos. De vez en cuando, en mis momentos bajos, los que ya empiezan a ser más frecuentes, deslizo suavemente la lengua... no para humedecerme los labios, sino para revivir físicamente el único beso que me regaló aquella vikinga, aquella "Reina del Viento del Norte" (Wind´s Queen). Y hasta aquí puedo... contar.
ResponderEliminarLa globalización revela a la realidad su taimada entelequia: en todos los aspectos sociales (excluyendo en contadas ocasiones la perseverancia de la avaricia) converge en ella un gran desequilibrio entre los presuntos derechos adquiridos con el esfuerzo de los ancestros y los deberes inherentes, víctimas de cotidiano desdén. En tal coyuntura las desigualdades aumentan, la brújula del sentido común, antes equilibradas en la balanza natural del esfuerzo para recoger cualquier cosecha, imanta su orientación hacia un punto cardinal arbitrario. Cada vez nos costará más encontrar nuestra propia pulsión natural. Se impone un descanso, un predio humilde del que sustentarse, olvidarnos del precio y reforzar el concepto del valor por conquistar la felicidad a través del trabajo... Si no somos capaces de leer las pautas esenciales, cualquier director de orquesta socio-económica nos hará, desprestigiando nuestros propios instrumentos éticos, tocar su melodía... esa, que pronto se confundirá con el ruido ante el máximo desconcierto íntimo.
ResponderEliminarEl comentario de Antonio sobre la demanda del Psiquiatra, demuestra lo que a mí me interesa muchísimo en las historias narradas, el doble camino que a veces se puede tomar
ResponderEliminarEs cierto que es un niño mimado, carente de padre específico, su infancia y juventud se desarrolla como un Maharajá, sin estudios ni trabajo, a vivir como mejor se pueda.
Encumbrado por esa infancia no llega a ser nada, salvo a tomar la fantasía de querer ser más que los demás.
Luego se distorsiona el relato ante un final que contrapone otro hecho que puede provocar esa fantasía, "¿me permite ir contigo a cazar reno?"
De aquí esa dualidad de infancia mimada y de Psiquiatra que parece que está en su sintonía.
Lógicamente reitero mi admiración por estos tipos de relatos, por su escaso texto y por su inmenso contenido.