Un cuento para tiempos de crisis
Había poca gente por la calle y la circulación aminoraba. Eran las primeras horas de la noche, pero el tiempo frío despoblaba el barrio. Dudaba si acercarse al cajero de la entidad bancaria que ofrecía sus servicios a poca distancia. Valoró con la mirada los alrededores y se decidió, “no pasará nada”. Extrajo la tarjeta de su billetera. La introdujo en la ranura que indicaba la máquina. “Teclee su número personal” apareció en la pantalla en varios idiomas. A marcarlo se disponía cuando se percató de que un individuo se acercaba. Dudó. Pero no le pareció mal su aspecto y, por otra parte, pensó que “no es conveniente mostrar miedo”. Tecleó los cuatro dígitos de su clave. Aparecieron las opciones pertinentes y pulsó la de “Sacar dinero”. La respuesta de la máquina fue inmediata: “No es posible atender su petición en este momento”. ¡Maldición!, exclamó. ¡No tengo dinero ni para tomar un taxi!
-¿Qué le ocurre? –peguntó el desconocido.
-La máquina está estropeada y no da dinero –explicó con cierto recelo.
-No se preocupe –dijo el hombre. Recoja la tarjeta y el dinero que va a darle cuando yo haya marcado unos números.
Quedó sorprendido. Pero se animó a obedecer. Canceló la operación y dejó paso a quien le había hablado. El hombre se acercó al teclado y pulsó unos dígitos con tal rapidez que Andrés no tuvo tiempo de seguirlos con la mirada. La máquina comenzó a expeler billetes de veinte y cincuenta euros.
-Tómelos. Son para usted –dijo el hombre.
Andrés dudó. Pero la amabilidad, seguridad y autoridad de aquella voz obligaban a recoger los billetes.
-Gracias –dijo mientras guardaba el dinero. Al levantar la mirada para ver la cara de su benefactor, éste había desaparecido. Quedó atónito y extrañado, maravillado y confuso.
Hasta que llegó a casa no se percató de los 666666 euros que llevaba en el bolsillo, después de haber pagado el taxi. No tenía tanto dinero en su cuenta: “¡Ay, pensó, quizás sea un pacto con la Bestia lo único que nos haga salir de la crisis. Pero ¿me pedirá algo a cambio?”
Antonio García Velasco