La tatuada
Antonio García Velasco
Quedó sorprendida, atribulada, deshecha
cuando él la abandonó en el mismo momento en el que se presentó tatuada. Llegó
a la casa contenta con la enorme, encendida y amorosa rosa que lucía su nalga
derecha y las filigranas que cubrían su brazo izquierdo. Celebraba de antemano
el aplauso de su novio.
-Me dan asco los tatuajes -dijo y, sin la
mínima demora, recogió sus cosas y salió de la casa.
A ella se le quedaron las explicaciones
acumuladas en el nudo de la garganta y se le derramaron en gotas frías de amargas
lágrimas: "Es la moda. Esperaba que te gustara... Nunca me dijiste que
odiabas los tatuajes... Todo el mundo los lleva... ¿Por qué te has ido si
siempre has dicho que me querías?"
Se encerró en el cuarto de baño y trató
por todos los medios de borrarse la tinta indeleble que le marcaba aquellas
partes de su cuerpo.
Como el riesgo de contraer infecciones es
muy alto hasta que no se restaure la piel; como la humedad excesiva compromete
la cicatrización; como no tuvo en cuenta las posibilidades de que llegaran
bacterias, suciedad e impurezas... Beatriz Gómez Sepúlveda tuvo que ser
hospitalizada aquejada de fiebres altas y desamor.