La pensión de
expresidente. Cuento de Navidad 2012
Antonio
García Velasco
A
José García Pérez que el otro día celebraba mis cuentos cortos. Con mis deseos
de Felicidad para todos.
Me lo encontré
por Navidad. El que había sido presidente del gobierno de los recortes, la
austeridad y el ajuste se quejaba ahora de que su pensión había disminuido
tanto que no le permitía ni unas vacaciones con el Imserso en un hotel de tres
estrellas. Es cierto que los tiempos han cambiado mucho desde que las políticas
económicas están dirigidas por tecnócratas que sólo saben de cuadraturas de
déficits y de protección de los intereses de los banqueros. Pero que el
expresidente se queje, como el coronel de García Márquez, de que no le llega la
pensión es ya muy preocupante,
Hay quien dice que tiene lo que
se merece, que quien siembra ajustes y supresiones de pagas extras recoge
cosechas de falta de liquidez en los bolsillos personales.
-Fíjate tú, me
decía, que tengo un dolorcito aquí en el lado derecho, a la altura del hígado,
y no me atrevo a ir al médico.
-¿Por qué? -pregunté extrañado-.
La salud es lo primero.
-Temo que el copago me
desequilibre el presupuesto de este mes y el de los venideros.
-¿El copago? -volví a preguntar
como quien no sabe de qué va el asunto.
-Sí, bueno. Ya
sabes. Hubo un tiempo, ¿quién gobernaba entonces, quién?, en que los
ministerios, en vez de tratar de rebañar lo más posible para atender sus
necesidades, competían por ver quienes contribuían más al ahorro del gasto
público o era capaz de aportar más dinero a las arcas del estado. Hasta el
Ministerio de Sanidad trató de recaudar e implantó el copago por asistencia
médica, traslado al hospital de los enfermos crónicos, receta de medicamentos,
etc. etc. Si voy al médico y me manda revisiones periódicas y tengo que ir al
hospital, mi pensión no da para tanto. Y si, además, hay que pagar una parte de
las medicinas... ¿Lo entiendes?
-Y, ¿quién gobernaba cuando eso
ocurría?
-La
verdad es que no lo recuerdo. Pero, sin duda, el que fuera había olvidado aquel
artículo precioso de la Constitución de 1812 que decía "El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto
que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los
individuos que la componen".
-De esa Constitución hace ya mucho tiempo. Y, además, sólo estuvo
en vigor un par de años.
Me miró
sorprendido, como quien oye hablar a un extraterrestre. Y dio por terminada la
conversación. Me deseo rutinariamente Feliz Navidad y se marchó con su paso
lento, arrastrando los pies, renqueante, murmurando: "El objeto del Gobierno
es la felicidad de la Nación. Y no, no me hacen nada feliz los políticos de hoy
en día”.