sábado, 30 de abril de 2022

097 Microcuento LA PESCA DEL SILURO

 

La pesca del siluro

Antonio García Velasco

 

Vicente llenó el depósito de gasolina y se dirigió a la zona de aguas profundas del Gran Río dispuesto a pescar un siluro. Su hermano había sido noticia por haber pescado el ejemplar mayor de los registrados en la historia del país. Él tenía que superarlo y no descansaría hasta conseguirlo.

Era consciente de que el siluro es un pez superpredador y que llegó a las aguas del río por manos irresponsables que pretendían lucirse con la pesca. Pero, aunque puede llegar a 180 kilos y 3 metros de largo, su carne no es apreciada y, por otra parte, es voraz y se come todo lo que alcanza: peces, aves o pequeños mamíferos. Por ello, estos peces de aguas dulces constituyen una amenaza para los ecosistemas de los que no son oriundos.

Su amigo Roberto lo esperaba en su barcaza con las manos pringosas de churre. Le había prohibido intervenir en la pesca, ya que quería la exclusividad de la gloria superando a su hermano en la captura de un siluro gigante. Temió que la suciedad de sus manos anunciase una avería en el motor de la lancha.

—¿Qué ha ocurrido, Rober?

—Un pequeño fallo que ya está reparado. Nos vamos cuando quieras.

—Me dejarás solo, ¿verdad?

—No te voy a ayudar, pero tampoco te dejaré solo. El motor puede averiarse nuevamente.

Vicente se resignó a salir acompañado. Había preparado una caña y un sedal bien resistentes y los cebos adecuados para el anzuelo. Estaba seguro del éxito de su jornada de pesca.

Al más mínimo indicio de la presencia de siluros, arrojó el anzuelo. Pronto notó el tirón y comenzó a recoger el sedal. Pero una fuerza superior a la propia lo arrastraba. Fue inútil la resistencia y cayó al agua. Roberto, con tremendo esfuerzo, consiguió salvarlo.

—Era más grande que el pescado por mi hermano, ¿verdad? Volveré a por él, volveré, juro que volveré.

 

jueves, 21 de abril de 2022

096 Microcuento LA EGRESADA

 

La egresada

Antonio García Velasco

 

Cuando en la entrevista de trabajo, Maruja Hernández dijo que era egresada de la Licenciatura de Farmacia, la ignorancia de Fermín Cortés le hizo pensar que aquella joven hispana no había podido estudiar por falta de aptitudes o recursos económicos.

—No te preocupes, Maruja —dijo compadecido y, a la vez, admirado de la belleza de la joven—. No es necesario que todo el mundo estudie. Una persona puede ganarse bien la vida si es trabajadora y tiene buenas disposiciones. Porque no le faltará quien la contrate. Ten la seguridad.

—¿De qué me está hablando? —preguntó ella.

—De lo que acabas de decirme, Maruja, de que no has podido estudiar.

—Le estoy diciendo que soy egresada de la Facultad de Estudios Superiores de la Universidad de Puebla en la especialidad de Farmacia. Mi título me faculta para trabajar en todo lo relacionado con medicamentos, cosméticos y productos de higiene, desde control de calidad hasta la evaluación, fabricación, tipificación y límites de tales productos, pasando, obviamente, por su comercialización. Mi currículum bien lo dice. Es decir, mi formación es muy adecuada para ejercer el trabajo que ofrecen.

Fermín Cortés no supo qué contestar y, tras la duda, sólo dijo a la candidata que ya le avisarían si era la seleccionada. Pero, bien sabía que nunca tendría cerca de sí un testigo de su torpeza.

 

lunes, 11 de abril de 2022

095 Microcuento PARTITURAS EQUIVOCADAS

 

Partituras equivocadas

Antonio García Velasco

 

Andrés Curtidor, el sochantre, estuvo presuntamente errado aquel domingo. Dirigía como de costumbre el coro de la catedral y equivocó las partituras: propuso cantos de Navidad cuando era tiempo de Cuaresma, cantó al nacimiento de Jesús cuando la Iglesia celebraba su pasión y muerte.

El obispo le llamó la atención y él respondió con el escrito que volcó de una plumada sobre el folio blanco: "Puedo celebrar el amor y un nacimiento, pero no el sufrimiento que lleva a la muerte".

Dejada la nota, desapareció sin dejar rastro de su marcha.

 

Años después, gracias al párroco de un lejano pueblo, el obispo llegó a saber que el antiguo canónigo había abandonado la vida religiosa y, en compañía de Julieta, una bella campesina, cuidaba una huerta de productos ecológicos que se distribuían por Internet. El obispo fue a visitarlo con intención, quizás, de pedirle explicaciones. Curtidor se limitó a exponerle que los insectos que cuidaban con esmero tenían la función de facilitar la polinización natural de sus plantas. Luego lo invitó a comer y el eclesiástico quedó maravillado de la calidad y sabor de las hortalizas ecológicas que llenaron los platos.

Julieta apareció en el último momento con un niño de la mano. El obispo se le quedó mirando y comprendió los motivos que tuvo el canónigo para equivocar las partituras y abandonar la catedral.

sábado, 2 de abril de 2022

094 Microcuento UN CRACK JUGANDO AL CROQUET

 

Un crack jugando al croquet

Antonio García Velasco

 

Si su abuelo se entretenía jugando al croquet, ella pasaba las horas enchufada a los auriculares que recibían las señales acústicas del teléfono móvil.

    Si su abuelo adquirió gran maestría dando con el mazo a las bolas de madera que dirigía con precisión para hacerlas pasar bajo los pequeños arcos, ella tenía la habilidad de escribir, en la pequeña pantalla, aceleradamente, mensajes con los dos dedos pulgares, de encontrar la música más novedosa y, sobre todo, de hacerse fotos a sí misma en lugares llamativos.

—¡Esta niña, esta niña, siempre, siempre con el telefonito en la mano! ¡Esta niña! —comentaba el mayor.

Un día la llamó su abuelo para que le configurara el móvil. Ella nunca llamó al experto en croquet para que la enseñara a jugar.

Una mañana, la joven acompañó a su abuelo al campo de juego. Le hizo fotos de todas las posturas y un corto vídeo que colgó en sus redes sociales: "Mi abuelo es un crack jugando al croquet".

El vídeo se hizo viral y los mensajes celebrando las habilidades del jubilado petaron el móvil de la nieta.

Nunca supo el abuelo que se había hecho fugazmente famoso en Internet.